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Diseñando un futuro digital

PUNTO DE INFLEXIÓN: Algunos hábitos digitales persistieron incluso después de que los confinamientos de COVID-19 Durante mi infancia en Chennai,…

Por Berlioth Herrera

Tiempo de Lectura: 6 minutos
Diseñando un futuro digital
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Suchi Reddy. (Chloe Horseman) —


PUNTO DE INFLEXIÓN: Algunos hábitos digitales persistieron incluso después de que los confinamientos de COVID-19


Durante mi infancia en Chennai, India, tuve el inusual privilegio de criarme en una casa que fue realmente diseñada por un arquitecto y no simplemente construida. La casa tenía acceso desde todos los lados, con conexiones fluidas entre el interior y el exterior, y la vida giraba en torno a un espacio central que era el corazón de todas nuestras interacciones. Recuerdo estar allí, mirando el tragaluz, y pensar en el espacio que me rodeaba no solo como espacio, sino como algo que ayudaba a formar lo que soy. Fue protagonista en la formación de mi ser.

Ahora soy una arquitecta y artista cuyo mantra es “la forma sigue al sentimiento”. Trabajo con el potencial poético de un espacio para evocar emociones, explorando conceptos como la cognición encarnada —nuestra respuesta cuerpo-mente al mundo que nos rodea— y la neuroestética, o el estudio de cómo nos afectan nuestro entorno y las experiencias estéticas.

Nuestro entorno no es simplemente un telón de fondo pasivo que nos protege de los elementos; el modo en que está diseñado y la forma en que interactuamos con él moldean y dan forma a nuestros sentimientos. El poder de esta idea, que se hizo palpable en la vida bajo el encierro cuando la gente pasaba semanas o meses en las mismas habitaciones, tiene el potencial de convertirse en un llamado a favor de la equidad en la calidad de todos nuestros entornos, públicos y privados, físicos y digitales.

Los seres humanos estamos moldeados, hasta en nuestra biología, por nuestro entorno y por cómo interactuamos con él. Siempre que hacemos espacios nos dirigimos a las emociones de las personas y a sus circunstancias socioeconómicas y culturales. En nuestras ciudades, los códigos postales son uno de los mejores indicadores de nuestra salud. Los arquitectos y diseñadores tienen el poder, tanto en el espacio público como en el privado, de configurar físicamente un entorno opresivo o potenciador.

Durante la pandemia de COVID-19, la naturaleza de nuestra conexión con el espacio se puso de manifiesto y se amplió de manera exponencial, no solo en su manifestación en nuestras vidas físicas, sino también en nuestras vidas digitales. Llegamos a aceptar el ámbito digital como parte esencial de quiénes somos y cómo vivimos. A través de la tecnología, intentamos —tanto en el trabajo como en el juego— seguir con nuestras vidas como lo hacíamos antes de la pandemia, aunque de nuevas maneras. Asistimos a horas felices virtuales, nos adaptamos a la telemedicina, jugamos a las cartas digitales con amigos de otros estados o países.

Lauryn Morley, profesora sustituta de la escuela Washington Waldorf en Bethesda, Maryland, trabaja desde su casa durante el brote de coronavirus en abril de 2020. (Olivier Douliery/Agence France-Presse — Getty Images) —

En mi primer seminario web de Zoom durante el confinamiento en 2020, mientras me adaptaba a mi nueva vida pública digital, hablé de una instalación en la que trabajé en la Feria del Mueble de Milán en 2019. Integraba diseño y tecnología para demostrar a los visitantes, a través de datos y métricas en tiempo real, cómo la naturaleza del espacio que estaban visitando los afectaba físicamente.

Los invitados llevaban pulseras diseñadas por Google y pasaban quince minutos sin celular en tres espacios distintos que eran similares, pero diferentes en cuanto a la atmósfera: en color, textura, mobiliario, sonidos. Las pulseras registraron las reacciones fisiológicas de los visitantes y, al salir de la exposición, recibieron una impresión gráfica en acuarela que les indicaba en qué espacio se habían sentido más cómodos.

Después de mi presentación, uno de los participantes preguntó cómo podían utilizar el poder del espacio para combatir la depresión. No me sorprendió. Al fin y al cabo, durante la pandemia, cuando se cortó el acceso a nuestros recursos habituales, más de un tercio de los neoyorquinos dijeron haber manifestado síntomas de ansiedad o depresión, lo que supone más del triple de la tasa registrada en Estados Unidos antes de la pandemia.

Muchos de nosotros hemos tenido que lidiar con esa nueva realidad de aislamiento, que nos hace hipersensibles a nuestro entorno. Acurrucados en nuestras casas, conectados al mundo y a los demás a través de nuestras computadoras, la tecnología de la que quizás antes nos quejábamos ha creado un nuevo espacio para nuestros seres: un híbrido de nuestros mundos físico y digital que ahora es nuestra nueva normalidad.

En lugar de ser un ámbito de entretenimiento, una distracción de la realidad, una red de información o una herramienta útil para hacer cosas, el mundo digital ahora es una necesidad para muchos de nosotros a la hora de continuar con nuestra vida cotidiana, ya sea porque tenemos que trabajar desde casa, llegar a fin de mes haciendo malabares con trabajos a tiempo parcial para aplicaciones de entregas o mantenernos en contacto con los seres queridos a los que no podemos ver en persona. Además, desempeña un papel igual de importante a la hora de determinar cómo nos sentimos en nuestro entorno físico. Una página web que no carga o una aplicación con fallos podían ser antes solo una molestia, pero ahora pueden tener un impacto real en nuestra calidad de vida.

Y lo más importante: como nuestro conector emocional, la tecnología es un espacio vital para nuestra condición humana. Durante la pandemia fue nuestra línea de vida con nuestros seres queridos, nuestros médicos, nuestros sistemas de apoyo y un lugar para catalizar el cambio social. Aseguró un nuevo espacio en nuestra psique, un hábitat con su propio poder para afectar lo que somos a un nivel más profundo que nunca.

Un visitante utiliza un visor de realidad virtual durante una feria tecnológica en Francia en 2018. (Jean-Francois Monier/Agence France-Presse — Getty Images) —

Sin embargo, la tecnología también ha sido diseñada para atacar nuestros puntos débiles, poniendo a prueba nuestra atención, jugando con nuestros miedos, avivando nuestros impulsos materialistas y aumentando nuestra autoconciencia. Los titulares atractivos, los contenidos irreales o retocados en las redes sociales y los anuncios en ventanas emergentes que prometen dinero rápido están pensados principalmente para que hagamos clic, o al menos para que nos quedemos viéndolos, porque, a los ojos de las empresas tecnológicas, no somos más que nuestros datos, inútiles de no ser por nuestras costumbres. El mundo de los datos digitales es el lugar donde se puede ganar dinero y obtener poder.

Esta actitud tiene serias implicaciones, dado lo entrelazado que está lo digital en nuestra vida diaria. Sabemos que el nuevo mundo físico-digital ha llegado para quedarse. Desde la moda hasta el arte o la arquitectura, nuestros avatares digitales se están convirtiendo en parte de nuestra realidad física. Al explorar el potencial de este terreno híbrido, tanto de nuestra vida pública como privada, todavía estamos aprendiendo a participar en él con conciencia de nosotros mismos y sabiendo que lo que ponemos en el mundo cambia la forma en que nos afecta.

Se trata de un bucle de retroalimentación similar a lo que vemos en la buena arquitectura o el diseño: si una casa o un barrio bien diseñados animan a la gente a vivir más feliz y con más salud; entonces, podrían redirigir esa energía positiva hacia su comunidad. A medida que pasamos más tiempo en un mundo digitalizado, lo cambiamos lentamente, como hemos cambiado lentamente el internet en las últimas décadas. No obstante, si seguimos utilizando el mundo digital como una salida para nuestros miedos y ansiedades —usándolo como un lugar para reforzar nuestros prejuicios en las redes sociales o para difundir teorías conspirativas en los foros de discusión— o como una plataforma para adquirir dinero o poder; entonces, creo que solo crecerá para fomentar más de esas acciones en el futuro.

Mientras adoptamos la creciente presencia de la tecnología en un día a día pospandémico y con una mirada a largo plazo hacia el futuro, solo protegeremos nuestro bienestar si recordamos el poder que los espacios —físicos, digitales e híbridos— tienen sobre nosotros. Eso empieza por humanizar nuestra tecnología.

Creo que si diseñamos nuestros espacios físicos para que reflejen cómo queremos sentirnos e interactuar con los demás, y damos forma a nuestros espacios digitales a través de las lentes de la equidad y la empatía, podemos dar forma a un futuro en el que coevolucionemos con la tecnología hacia una mejor versión de nosotros mismos.


*Este artículo es parte de Puntos de Inflexión: Agenda Global 2022, una serie que  consta de ensayos, fotografías y gráficos sobre acontecimientos y tendencias observados durante 2021, pero cuya influencia continuará a lo largo de 2022 y más adelante.

Suchi Reddy es arquitecta y artista. Su última obra de arte escultórica, “me + you”, fue desarrollada con Amazon Web Services y está expuesta en el edificio Smithsonian’s Arts + Industries Building, en Washington D. C.