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Historias del Bicentenario: La generación del Olimpo | 1871-1921

Una vez superada la independencia y el breve paso por la República Federal Centroamericana, comenzó la arquitectura del Estado Nacional…

Por Harold Leandro

Tiempo de Lectura: 7 minutos
Historias del Bicentenario: La generación del Olimpo | 1871-1921
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Una vez superada la independencia y el breve paso por la República Federal Centroamericana, comenzó la arquitectura del Estado Nacional gracias al influjo de Braulio Carrillo. El camino a recorrer será la consolidación del modelo agroexportador con el café como caballo de batalla, apuntalado por el banano y el azúcar.

Y ese andar tuvo un paso transcendental la Constitución de 1871, la de más extensa duración en la historia de Costa Rica, dado que, salvo breves periodos, estuvo vigente hasta 1949, para sumar 78 años.

Este estatuto -convocado por el presidente Bruno Carranza Ramírez- recibió influencia de fuertes tendencias liberales, pues abolió de la pena de muerte, separó los tres poderes de la República, decretó la libertad de culto y fortaleció la educación.

La Constitución de 1871 sería la legitimación del poder del presidente Tomás Guardia -el primer militar costarricense en ostentar ese cargo-, quien gobernó en dos períodos no consecutivos: 1870 y 1876 y de facto entre 1877 hasta su muerte por causas naturales en 1882.

Tomás Guardia fue presidente (de facto) entre el 23 de setiembre de 1877 y el 6 de julio de 1882 (murió en el cargo). Durante doce años tuvo el destino de Costa Rica en sus manos, a veces desde el poder y a veces mientras otro ejercía la Presidencia. Era la autoridad máxima del país por la fuerza. Foto “Colección histórica del Museo Nacional de Costa Rica”.

El Olimpo

También fue el sustento legal e ideológico para una generación de políticos liberales que dirigió a Costa Rica hasta la Guerra Civil de 1948. Se trata de un grupo de intelectuales, políticos y escritores de alto vuelo, abanderados de la ideología del progreso y cuyas ideas, propuestas y quehaceres dieron una gran contribución a la consolidación del Estado, la creación de la cultura y de la identidad nacional.

En su conjunto, se les llamó “La Generación del Olimpo”, pues la mayoría de ellos pertenecían a la élite oligárquica que surgió y se fraguó con el comercio internacional del café durante la segunda mitad del siglo XIX.

El representante por excelencia de este colectivo será Ricardo Jiménez Oreamuno (Ver recuadro más adelante). Además destacan los también expresidentes Manuel Jiménez Zamora (padre de Ricardo) Cleto González Víquez, Julio Acosta García, Próspero Fernández Oreamuno, y Bernardo Soto Alfaro; así como Jesús Jiménez Oreamuno (hijo de Jesús y hermano de Ricardo), Mauro Fernández Acuña (educadores), Ricardo Fernández Guardia (historiador), Pío Víquez (periodista), Carlos Gagini, Aquileo Echeverría y Manuel González Zeledón (escritores).

El político, abogado e historiador Cleto González Víquez fue presidente de Costa Rica en dos ocasiones: de 1906 a 1910 y de 1928 a 1932. Foto “Colección histórica del Museo Nacional de Costa Rica”.

Ellos eran lo más graneado de una clase dominante que basaba su poder en un modelo agroexportador, del cual controlaba la torrefacción (procesamiento) y la comercialización internacional del café, mientras dejaba la tercera fase, la producción, a una gran cantidad de campesinos a los que se le regaló tierra y almácigo (plantas pequeñas), con la única obligación de sembrar el cafeto.

El secreto de la chacra

De esta forma, el labrador costarricense adquirirá un bien que le será vital: la tierra, cuya tenencia le garantizará su subsistencia, dado que en la pequeña propiedad (chacra), además del café, cosechará artículos de primera necesidad: banano, plátano (como “sombra” en el cafetal), hortalizas, maíz, etc., así como dispondrá de gallinero para tener huevos, un potrero con ganado que le dará leche y todos sus derivados (vacas) y fuerza motriz (caballo), una chanchera, que al igual que los dos anteriores, le suministrará carne.

Entonces, el pequeño productor vivirá feliz en su finca, se concentrará en la producción de café, el cual entregará a la oligarquía para que lo procese, lo comercialice y luego, una vez vendida la cosecha en Inglaterra, le entregue su parte, la cual invertirá en mejoras para su chacra y otros gastos como la educación de sus hijos. Esto explica en gran medida el porqué la tasa histórica de alfabetización en Costa Rica es muy alta.

Mientras llega el pago por la cosecha, el campesino vivirá de la producción de subsistencia que obtiene de su finca y se autoexplotará para conseguir una mejor calidad de café, pues en la medida de que esto pase, su producción tendrán un mejor precio en el mercado internacional y, en consecuencia, obtendrá mayor ganancia.

Esta situación deparó un campesinado políticamente conservador, pues sabe que cualquier idea socialista atentará contra sus intereses, toda vez que estos esquemas de gobierno priorizan la nacionalización de los medios de producción, entre ellos, la tierra.

Mientras, en algunos países de América Latina el campesinado no es dueño de la tierra y no pasa de ser un “peón”, razón por la cual en muchas ocasiones, al no tener nada que perder, se involucran en movimientos revolucionarios.

En Costa Rica pasó todo lo contrario. El campesino dispone de título de propiedad, lo cual lo ata a ella. Allí, el labrador que considera amo y señor. Como dice la letra de José Joaquín Salas en la canción típica Caña dulce: “Tendré entonces mi casita y una milpa y buenos bueyes y seré como esos reyes que no envidian ya nadita”.

Así, campesino, oligarca y producción de café marcan una alianza indisoluble que consolida el modelo agroexportador en Costa Rica, al cual se unirán el banano y la caña de azúcar. Estos productos agrícolas son cosechados y exportados al mercado internacional con el objetivo de generar ganancias con las que se comprarán los artículos manufacturados, pues en América Latina no hubo proceso de industrialización.

Más adelante este modelo mostrará sus debilidades en las crisis cíclicas del capitalismo, en especial durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, así como la Depresión de los años 30.

OBSERVE MÁS: Historias del Bicentenario: Una independencia justificada (Capítulo I | 1821-1871)

La urgente vía a Limón

La producción de café urgía un camino que uniera el Valle Central con el Caribe, pues el café se sacaba por Puntarenas, lo cual obligaba a un engorroso y caro viaje hasta Inglaterra, pues debía ser trasladado en carreta hasta el puerto del Pacífico, donde tomaría un barco que navegara hacia el sur hasta Argentina para luego remontar Brasil y enrumbarse al Caribe, de donde zarparía a Europa.

Ante ello, la oligarquía cafetera tica se impone como misión salvadora la construcción de una vía a Limón, pero el Estado no tenía suficientes recursos económicos ni tecnológicos para superar tan difícil empresa, toda vez que el camino tiene muchos accidentes geográficos, amén de las enfermedades que asolaban esos rumbos. Menos aún tenía capacidad la empresa privada costarricense, históricamente débil.

Es por ello que, en consonancia con la moda de aquella época, se recurre a una alianza con un agente extranjero. Así, el 21 de abril de 1884 se firma el contrato Soto-Keith mediante el cual el Gobierno de Costa Rica, representado por el ministro Bernardo Soto Alfaro, y el empresario estadounidense Minor C. Keith llegan a un acuerdo para la construcción de un ferrocarril que uniera el Valle Central con Limón.

El 21 de abril de 1884, Bernardo Soto Alfaro firmó el contrato Soto-Keith, el cual le permitió al empresario estadounidense Minor C. Keith la construcción del ferrocarril al Atlántico. Foto “Colección histórica del Museo Nacional de Costa Rica”.

Keith, quien poseía experiencia en estas lides en su país natal, dispondrá de la administración de la vía durante 99 años, además de recibir 325.000 hectáreas en el Caribe, plaza en la que luego sembró una variedad de banano que importó de Jamaica.

Para tal efecto, el empresario fundaría la United Fruit Company (UFCO), que se constituiría en un enclave bananero y que sería inmortalizada por el escritor Carlos Luis Fallas (Calufa) en la novela Manita Yunai.

La construcción del Ferrocarril al Atlántico abarató los costos de producción del café y deparó la creación del enclave bananero.

El modelo agroexportador tuvo un gran desafío con la Primera Guerra Mundial, conflagración que se extendió del 28 de julio de 1914 al 11 de noviembre de 1918 (4 años, 3 meses y 14 días) entre la Triple Alianza (Alemania, Austria, Hungría, Turquía y Bulgaria) y la Triple Entente (Reino Unido, Francia, Rusia, Italia, Japón y Estados Unidos).

Si bien los actos bélicos se llevaron a cabo básicamente en Europa, tuvieron fuerte impacto en la hacienda costarricense, pues las potencias mundiales -en especial los compradores de café, banano y azúcar-, enfocaron su economía hacia la guerra.

Es por ello que a los productos agrícolas se les conoce como “postres”, pues las naciones que las consumen pueden dejar de hacerlo, dado que no son de primera necesidad (como el petróleo, por ejemplo), en caso de una situación de emergencia como lo fue esa hostilidad, pero que se repetirá en los años 30, en la Segunda Guerra Mundial o la crisis de los años 80.

Personaje histórico

El Brujo del Irazú

Ricardo Jiménez Oreamuno. Nació en Cartago el 6 de febrero de 1859 y murió en San José el 4 de enero de 1945 a los 85 años.

Este abogado y político es el máximo exponente de la generación del Olimpo. Es el único costarricense que ha sido tres veces presidente constitucional de la República, pues fue electo para los periodos 1910-1914, 1924-1928 y 1932-1936. Otros dos ticos han ocupado la silla tres veces, pero al menos una fue de facto: Su padre Jesús Jiménez Zamora (1863-1866, 1868-1869 y 1869-1870) y José Figueres Ferrer (1948-1949, 1953-1958 y 1970-1974).

Además, El Brujo del Irazú es el único costarricense que ha ejercido la presidencia de los tres supremos poderes: La República, la Corte Suprema de Justicia (1890-1894) y la Asamblea Legislativa (1902-1904).

 

Ricardo Jiménez Oreamuno es el único costarricense que ha ejercido la presidencia de los tres supremos poderes: La República (1910-1914, 1924-1928 y 1932-1936), la Corte Suprema de Justicia (1890-1894) y la Asamblea Legislativa (1902-1904). Foto “Colección histórica del Museo Nacional de Costa Rica”.

Entre sus principales logros como mandatario destacan la reconstruyó la ciudad de Cartago tras el terremoto de 1910, la construcción de edificios públicos, carreteras, puentes y cañerías, finalizó la electrificación del ferrocarril al Pacífico, construyó el antiguo Estadio Nacional, creó el Banco de Crédito Hipotecario, el Banco Nacional de Seguros (hoy Instituto Nacional de Seguros), la Dirección General de Correos, la Escuela de Agricultura, el Ministerio de Salud y llevó la cañería desde Ojo de Agua hasta Puntarenas.

Además, fue presidente de la Municipalidad de San José, Ministro Plenipotenciario (embajador) de Costa Rica, El Salvador y Nicaragua en México, Secretario (Ministro) de Gobernación, Policía y Fomento (1886), de Hacienda y Comercio (1889-1890), Delegado de Costa Rica y Presidente del Congreso Centroamericano de San José (1888-1889), Secretario de Relaciones Exteriores (Canciller, octubre-noviembre de 1889 y 1889-1890). Como dato curioso, sin ser candidato obtuvo la totalidad de los votos de la comarca de Limón en las elecciones presidenciales de segundo grado efectuadas en 1890.

El Congreso lo declaró Benemérito de la Patria por decreto No. 73 del 4 de julio de 1942.