Sergio Arce
“Me ponen ustedes en unos lugares que no me gustan (…) No, ojalá que se vea bien el fondo porque van a empezar a levantar”.
Con estas palabras y tratando de disimular su incomodidad, Rosario Murillo -vicepresidenta de Nicaragua y esposa del presidente Daniel Ortega- “regañó” a la producción y periodistas oficiales que cubrían los actos conmemorativos del Bicentenario de la Independencia.
La primera dama no estuvo cómoda con el sitio donde la ubicaron para una entrevista. Y ella se lo hizo saber a los comunicadores, que le preguntaron si quería otro sitio. Pero Murillo prefirió permanecer en el lugar donde fue ubicada inicialmente.
Al fondo de la Vicepresidenta se observan el Palacio Nacional de la Cultura y la Catedral Metropolitana de Santiago Apóstol de Managua.
A esta última edificación también se le conoce como la Antigua Catedral de Managua, que fue dañada por el terremoto del 23 de diciembre de 1972.
Todos los actos públicos únicamente pueden ser cubiertos por medios oficialistas, que son propiedad de la familia Ortega Murillo. La prensa crítica -que aún sigue vigente- es mantenida alejada de los hechos mediante cordones de seguridad.
Régimen de mano dura
Nicaragua vive una crisis política desde las protestas antigubernamentales del 2018, cuya represión dejó al menos 328 muertos y centenares de detenidos, según la Comisión Interamericana de derechos Humanos (CIDH).
Unos 36 dirigentes de la oposición, entre ellos siete aspirantes a la presidencia, han sido detenidos desde junio.
Y todos ellos han sido sometidos, la mayoría a partir de agosto, a procesos judiciales bajo cargos de “conspiración en menoscabo de la soberanía”.
Las detenciones se produjeron de cara a las elecciones de noviembre en las que Ortega, de 75 años, se prepara para competir contra una oposición mermada.
El Gobierno asegura que los opositores detenidos complotaban contra el gobierno con el apoyo de Washington.
