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Las trampas del amor romántico (I Parte)

Katherine Arce Robles para El Observador Los cuentos que nos narran desde nuestra más tierna infancia van moldeando la forma…

Por Desde la Columna

Tiempo de Lectura: 2 minutos
Las trampas del amor romántico (I Parte)
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Katherine Arce Robles para El Observador

Los cuentos que nos narran desde nuestra más tierna infancia van moldeando la forma en que concebimos el amor de pareja. La fórmula se repite constantemente en los cuentos de hadas: una princesa soñadora, un príncipe azul salvador y un amor que durará hasta la eternidad…“siendo felices para siempre”.

La princesa, siempre bella, dulce, paciente, frágil y vulnerable frente a un problema que no sabe cómo resolver. Su vida transcurre en el anhelo de salir de su encierro, de liberarse de su malvada madrastra y/o hermanastras, de huir de la venganza de otros seres malignos que la persiguen.

El príncipe azul, indiscutiblemente guapo, con un buen estatus económico, valiente, admirado por sus súbditos, soñado por las mujeres y temido por sus enemigos. Siempre aparece en la vida de la princesa en el momento justo, como el héroe salvador que la rescata de su cautiverio y en adelante le promete una vida llena de estabilidad.

Ya ella no tendrá que preocuparse más: tiene a su lado el ala protectora del hombre que necesita para vivir. Él, por su parte, encontrará en ella el descanso del guerrero, merecido después de luchar y salvar a su reino de las temibles fuerzas antagónicas que lo acechan.

El amor a primera vista y la media naranja

Estas historias románticas transcurren en un abrir y cerrar de ojos, y desde ahí internalizamos el “amor a primera vista” como algo posible y real. Anhelamos ese alguien único/a para cada quien, como si de una propiedad se tratara. Aprendemos a buscar la “media naranja” que venga a completar nuestra existencia y hacernos felices. Soñamos con ese amor “para siempre”, que lo soportará todo.

Sin embargo, cuando salimos del mundo de fantasía se nos caen estos sueños y nos damos un duro golpe frente a la realidad. El amor a primera vista resultó ser toda una pesadilla conforme descubrimos con el tiempo las cualidades, pero también los defectos de esa persona, que al final resultan ser incompatibles con nuestros valores y proyectos.

Relacionarnos con una mitad de otro ser se convierte en un trabajo agotador, pues jamás podremos completar su existencia. Nos frustramos al darnos cuenta que nuestra pareja no “sabe” cómo hacernos felices, muy a pesar de tantas pistas que le dejamos en el camino. Sufrimos cuando no somos el centro de la vida de nuestra pareja y un día decide marcharse.

El final no feliz

Y la promesa del “para siempre” se acabó con el paso de los años. Al final, por más que lo intentamos, el amor no lo soportó todo: no pudo contra los cambios de cada quién, la lejanía y el extrañamiento que resultaron de la monotonía, el irrespeto, el abandono emocional, la(s) infidelidad(es), el maltrato…

Esta realidad es percibida como un fracaso. «No tengo suerte en el amor» o «algo tengo yo, porque nunca me va bien en las relaciones»; son algunas de las frases que he escuchado en referencia a estas experiencias.

Tratamos esto como un problema individual, sin darnos cuenta que la construcción del amor romántico es un asunto social y cultural. Lo aprendemos en el día a día, desde “inocentes” cuentos, pasando por las grandes producciones cinematográficas, literarias, televisivas y el testificar las relaciones de quienes nos rodean.  

Nos vinculamos desde expectativas poco realistas, las cuales se convierten en el origen de nuestros sufrimientos. Seguimos esperando reproducir una fiel imitación de las princesas y príncipes azules, en lugar de plantearnos otras formas de relacionarnos. Pero… ¿qué otras formas de querernos podemos construir?

Continuará…

Licda. Katherine Arce Robles
Psicóloga especialista en temas de género