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Natalia Calderón para El Observador
Los gritos a los niños afectan su autoestima, su seguridad y tiene un impacto directo en el cerebro y en el propio desarrollo neurológico del niño.
El acto de “gritar” tiene una finalidad muy concreta en todas las especies, que es la de alertar de un peligro.
Nuestro sistema de alarma se activa y se libera cortisol. Es esa hormona del estrés que tiene como finalidad poner las condiciones físicas y biológicas necesarias para huir o pelear.
¿Por qué grito?
Por cansancio, o por tener exceso de trabajo, entre muchas otras razones.
Lo ideal es hacer rutinas y organizar mejor el tiempo, para tener tiempo para mis necesidades.
¿Grito por estrés?
Es necesario hacer ejercicio en forma periódica y meditar o hacer mindfulness; además de trabajar en mi autorregulación emocional.
¿Grito por cansancio y porque duermo muy mal? Es fundamental trabajar en la higiene del sueño, hacer una rutina para dormir (baño caliente, relajarme) y alejarme de las pantallas una hora y media antes de dormir. Acostarse temprano.
¿Grito porque no se otra forma de poner límites? Es importante leer o llevar cursos de crianza consciente y respetuosa.
¿En mi infancia me gritaban y repito el modelo? Debo conectar conmigo, reflexionar sobre lo que no deseo repetir y buscar ayuda profesional en caso necesario.
Recuerde que los gritos ensordecen el alma. Lo ideal es trabajar en el autocuidado para poder contar mayores herramientas. Y, sobre todo, modelar la calma y el respeto, en una crianza: sin gritos, sin golpes y sin premios.
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