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Ya sé cómo hacer a una persona feliz, pero muy feliz

Manuel Guisande para El Observador Ahí en Costa Rica, con esa alegría que tenéis y el clima, en época seca,…

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Ya sé cómo hacer a una persona feliz, pero muy feliz
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

Ahí en Costa Rica, con esa alegría que tenéis y el clima, en época seca, porque en la de lluvias me da que hay que ir con traje de neopreno y buceando, ser feliz es más sencillo.

Aquí, no; aquí en Europa el personal tiene siempre una cara de cartón. Una languidez y una tristeza que fusilarlos sería poco.

Pero yo he encontrado un método para hacer feliz a la gente, y es posible que también sirva para algún tico de esos atravesados.

¿Quiere ser feliz?

¿Tú quieres hacer feliz a una persona, pero tan feliz que nunca olvide ese estado, a medio camino entre la embriaguez y la levitación? Pues déjale una llave.

Sí, una llave. Tú a un tipo le dejas una llave, y le dices que es el encargado de abrir o cerrar una puerta, la que sea…, y como si lo nombraras ministro de asunto exteriores para negociar con el Fondo Monetario Internacional, una alegría se lleva el mae… Y qué diferente somos todos, ¿verdad?, tú a mí me dejas una llave… y la pierdo.

Sinceramente, yo no entiendo muy bien qué le pasa al personal con las llaves. Preguntas para entrar, yo que sé, en un sitio, y entonces alguien dice: “hay que esperar al de la llave”. Que lo dice con un tono como si el de la llave fuera un ser supremo, superior, no muy superior, pero cerca de Dios le anda la cosa

Además, lo curioso, es que no vas a entrar en el Museo del Louvre, ni en la pinacoteca del Hermitage, en San Petersburgo; no.

Solamente quieres acceder al cuarto de baño del bar La Cantimplora o a una pequeña sala de un centro social de San Gerardo de Dota donde te has olvidado el ratón del ordenador.

Solo una llave

Pues nada, no hay no dos ni tres llaves; solo hay una, y esa ingente responsabilidad de abrir la puerta del cuarto de baño del bar La Cantimplora recae en un tipo que cuando llega parece que lo hiciera con cien escoltas: rostro serio, impávido, y haciendo un gesto al sacar la llave del bolsillo como diciendo: “Que sería el mundo si mí”

Yo he visto a gente tan contenta abriendo puertas y portalones, pero tanto…, tanto, que estoy por hacer unos cinco millones de llaves. Y nada más salir de casa ir repartiéndolas a diestro y siniestro como si arrojara pétalos de flores al grito de:  “¡¡hosana en el cielo, hosana en el cielo, tomad llaves y más llaves, tomaadddd!!”.

Todo esto con tal de hacer feliz al personal… y es que no hay una clave para ser feliz, pero llaves… llaves, todas.

Nota: Si no entendéis alguna palabra me lo preguntáis en los comentarios de la página que tiene El Observador en Facebook y os contesto. Si no entendéis nada, no os preocupéis, también yo a veces no me aclaro.

Manuel Guisande