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Popcorn506 para El Observador
Hay teóricos que nos dicen que la función principal del cine se debate entre el arte y el entretenimiento. No les falta razón, al contrario, la tienen casi toda.
En los inicios, era cosa de entretener y, casi instantáneamente, se le añadió la vertiente artística, como sucedía con la literatura, el teatro o la ópera. Pero, como también pasa en esas otras artes, el cine tiene unas posibilidades enormes para otros fines, como el de educar, divulgar o recordar.
Y, aunque de una manera que pueda parecer más humilde en términos artísticos, A Million Miles Away es una película que divulga y recuerda la figura de una persona muy importante para muchos y en muchos sentidos.
Un héroe anónimo
José Hernández, qué nombre tan común. Es probable que se cuenten por decenas de miles los José Hernández que hay en el mundo, ¿verdad?
Pero el José Hernández de esta reseña es uno de los artífices de que a los inmigrantes latinos se les haya dado la importancia necesaria en Estados Unidos.
Y, en verdad, no es un caso tan conocido, pero es muy merecedor, ya que su historia es el paradigma de muchos sueños americanos, de que el que se esfuerza y pelea termina por conseguir sus sueños.
Pero, claro, aquí no estamos ante un sueño cotidiano, sino ante un sueño de los de película. Y, como pasa con la vida real, ésta siempre supera a la ficción, y hace ya varias décadas que José Hernández dio el salto desde el trabajo agrícola hasta la ingeniería aeroespacial, llegando a participar, como astronauta de la NASA, en una misión espacial.
Persona, historia y película agradables
No siempre es fácil encontrar este tipo de películas. Son historias que funcionan para todos los públicos. Y no nos referimos solo a la edad, sino a los gustos e, incluso, a los estratos culturales.
A Million Miles Away es una de esas películas que están tan bien hechas que siempre resultan agradables de ver y, lo que es mejor, resultan perfectas para cualquier momento.
¿Quiere una película para ver en pantalla grande? ¿busca una película para ver en casa una noche y desconectar de una jornada o una semana de estrés? ¿Le apetece una película blanca que puedas compartir con sus padres, tus hijos, tus nietos o, incluso (esto es lo más arriesgado) con tus suegros? Pues esta funciona como el comodín perfecto para cualquier ocasión. Porque es una película buena y bonita, y no siempre hay facilidad para encontrarlas.
¿Por qué no?
Y, una vez que hemos expuesto esto, que lo hemos hecho con todo nuestro corazón y nuestra sinceridad, nos preguntamos. ¿Por qué no? ¿por qué no se habla más de esta película? ¿por qué no está entre las más vistas de la plataforma y su nombre resuena por las redes sociales como sí lo hacen otras películas inferiores?
No vamos a ir al morbo de la respuesta fácil. A Million Miles Away es una buena película, con una factura espectacular, en la que no aparecen agujeros de guión ni se identifican otros fallos llamativos.
Tal vez haya fallado la estrategia de marketing, tal vez sus protagonistas no son lo suficientemente llamativos. Pero, sirva este texto para defender y alumbrar al público que aún no ha dado con ella una película que no solo está bien hecha y entretiene, sino que ilustra sobre una persona ejemplar.
El verdadero mensaje de la película
Esta es una historia que va más allá del relato sobre una persona. Es una película sobre valores muy importantes que van desde la superación personal a la superación profesional.
Pero también habla de los prejuicios raciales, de la destrucción de esas luchas de clases que tantas veces nos venden como barreras infranqueables y, sobre todo, es una película que consigue lo que solo las películas más nobles buscan: inspira a los espectadores a ser mejores, a superarse.
Aunque no sea una película top, A Million Miles Away es una cinta que nos hace ser mejores personas cuando la terminamos de ver.
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