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Costa Rica, una singular jornada playera

De verdad que os lo juro que yo soy sociable por naturaleza, pero a mí esto de ir en manada a una playa, qué te voy a contar.

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Tiempo de Lectura: 3 minutos
Costa Rica, una singular jornada playera
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

De verdad que os lo juro que yo soy sociable por naturaleza, pero a mí esto de ir en manada a una playa, qué te voy a contar, y por lo que averigüé, ir así, a lo bruto, cuando estás casado es normal, vamos, que lo hace todo el mundo.

El caso es que por esas cosas que tiene la época seca, allá nos fuimos a un arenal con otras familias, que más que bañistas parecíamos expedicionarios sin rumbo y desesperados.

Y tú ya sabes lo que es la exasperación, sobre todo la infantil: un niño que grita, el otro que llora, otro que tiene sed, aquel que se empeña en comer, ese que quiere ir al cuarto de baño…

Es lo que llaman relaciones sociales, aunque por un momento se te pase por la cabeza gasearlos a todos y entregarte a la Policía, que peor no te van a tratar.

Igual que una banda

Pues así, como una banda, nos fuimos a eso que llaman playa, y para mi que aparcamos en Canadá.

Oye, pues nada más salir del auto me empaquetaron una sombrilla, una cesta, unas aletas y un flotador redondo que puse en la cabeza como si fuera una corona.

Y así iba yo en el kilómetro 903 (porque no hay quien me quite de la cabeza que aparcamos en Canadá) cuando el flota ese redondo como un donut se escurrió y me quedó a la altura del cuello, como una soga, pero de colores.

Y así, anda que te anda con el aro ese que no me dejaba ver, escuché que alguien hablaba de la educación de los niños (tema apasionante, por supuesto y más con casi cuarenta grados a la sombra) y no sé qué de que la policía buscaba a alguien que había desaparecido.

Entonces, fíjate lo que es la vida, fue esto de oír lo de desaparecer, largarse, perderse, desvanecerse o disiparse, cuando mi mente voló y se percató de que el plástico ese del flota tiene un olor…

Una cosa mía

Es verdad: el plastiquillo ese tiene un olor raro, como a una mezcla de productos químicos; parece que es un olor a nuevo, pero no lo es.

El olor a nuevo es otra cosa, te agrada y deseas que nunca se pierda. Al plástico del flota no le ocurre eso; huele a algo extraño y como era tan intenso y yo tan imbécil se me ocurrió chuparlo y… no te lo aconsejo, el condenado plástico pica… ¡buah, cómo pica!

Al principio es como si te hiciera cosquillas; pero no, te das cuenta que no son cosquillas porque a los pocos segundos ese hormigueo va en aumento y es como si te quemara la lengua. Un sabor… bueno tú lo sabes que seguro que te pasó. Mal asunto este del plástico.

Pues en estas estaba con la boca ardiendo cuando pensé: “Guisandiño, no me descerebres con el plástico; Guisandiño no me descerebres, que todavía hay gente normal, no-me-des-ce-re-bres”.

Y en efecto, cuando dejé de descerebrar y bajé a la realidad ya estaba en la playa. Me quité todos los bártulos y cuando ya me había vuelto a transformar en ser humano y encontré mis brazos, pude ver mis piernas y sentir mi cuello… lo del mar fue visto y no visto.

No porque el mar sea pequeño, que es una bestialidad, que no sé para qué la gente quiere tanta agua, pero el caso es que inmediatamente uno de los niños que venía con nosotros. Ni que me viera cara de inflador, se acercó y me dijo con esa vocecilla que te lo esperas todo: “¿Me hinchas el balón?”.

¡El niñitooo!

Claro, yo estuve por preguntarle si no tenía padre o si al pobre lo habían operado de pulmón; pero qué culpa tiene la criatura.

Así que fue coger el balón y acordarme del flota, de toda la industria plástica, de las multinacionales del escay, de… y allí me ves, soplando y resoplando, doliéndome la boca, la faringe, la laringe, los pulmones, el diafragma, las cuerdas vocales y las consonantes.

Y así acabó el día. Bueno, acabar, acabar, acabar, lo que se dice acabar no porque con lo que viví, para mí que tengo secuelas cerebrales de por vida.

Pero de lo que sí estoy seguro es que Canadá está lejísimo, pero lejísimo y que estos no vuelven a jugar futbol, fijo; bueno si lo traen inflado… como si quieren jugar a rugby, a mí…

 

Manuel Guisande

 

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