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“En esta casa comieron murciélagos”: el testimonio de una mujer que tuvo coronavirus y sufrió discriminación en Costa Rica

Hace tres semanas el mundo de Alicia -nombre ficticio para proteger su identidad- dio un vuelco inesperado cuando un examen…

Por Sergio Arce

Tiempo de Lectura: 4 minutos
“En esta casa comieron murciélagos”: el testimonio de una mujer que tuvo coronavirus y sufrió discriminación en Costa Rica
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Hace tres semanas el mundo de Alicia -nombre ficticio para proteger su identidad- dio un vuelco inesperado cuando un examen la ubicó de golpe dentro de las estadísticas de personas afectadas por el Coronavirus COVID-19 en Costa Rica.

Ella y su esposo dieron positivo y desde el día cuando les llegaron los respectivos resultados de los exámenes decidieron quedarse en su casa ubicada en el Gran Área Metropolitana.

Pero no estaban solos, ya que con ellos estaba su pequeño hijo en edad escolar, quien afortunadamente no engrosó esa estadística en la que ambos progenitores sí estaban, y que en el mundo registra -al día de hoy- más de un millón 200 mil enfermos y cerca de 65.000 muertos. En nuestro país son 435 casos y dos decesos.

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Fueron días difíciles, no solo por los síntomas que los postraban en la cama con frecuencia, sino aún peor por la discriminación de la que todos -ella, su esposo y su hijo- sufrieron: desde fotos de la casa que circularon en grupos de WhatsApp y en perfiles en Facebook hasta audios en grupos de Uber que decían “En esta casa comieron murciélagos” o “en esta casa se están muriendo”, solo por contar un par de muchos.

El Observador conversó con Alicia la tarde de este viernes, horas después de que una trabajadora social la llamó para darle la noticia de que la tercera prueba resultó negativa y que ya estaban “oficialmente recuperados”.

Después de las lágrimas de tristeza e impotencia llegaron las lágrimas de felicidad, aunque una felicidad contenida, porque ella asegura sentir dolor y tristeza por ese episodio que nunca pensó vivir.

A continuación un extracto de la entrevista telefónica.

Hoy (viernes) les dieron la noticia de que ya están recuperados. ¿Qué pasa por su cabeza después de tres semanas confinados en su casa con una enfermedad que tiene al mundo de cabeza?

“Hemos tratado de responder los mensajes inmediatos de gente que nos escribe, que se ha preocupado por nosotros, porque hubo muchas muestras de solidaridad… eso mismo: aprendimos sobre el valor de la solidaridad y ahora nos debemos a la gente que va a tener el virus. Este virus no se puede llevar solo, y por eso estamos con todas las ganas de devolver todo el apoyo a quien lo necesite.

“Pero también hubo gente que nos mandó mensajes negativos. Me duele lo que pasó porque soy un humano y eso no se vale”.

¿Qué fue lo que les pasó?

“Cuando nos llamaron del Ministerio de Salud para confirmarnos que estábamos positivos (días antes se habían realizado las pruebas) apenas comenzaban a salir los primeros casos de coronavirus. Esa misma semana llegó un camión de la Caja y los vecinos empezaron a sospechar.

“Estábamos con calenturas de 40 grados, escalofríos y dolor en el cuerpo y nos llegó un mensaje de un conocido que nos decía que estaban circulando fotos de nuestra casa con mensajes que decían “ahí está el coronavirus”. Incluso circularon fotos del camión de la Caja y del personal de salud que nos visitaba.

“Empezaron a circular audios entre conductores de Uber alertando de que “en esta casa comieron murciélagos” o de “en esta casa se están muriendo”. Fue muy duro, porque tenemos un niño que estaba triste, alejado porque también había mamás de sus compañeritos de la escuela que escribían mensajes duros.

“Lloré mucho porque me sentí desamparada. Nos preguntamos quién nos iba a comprar la comida al súper”.

¿Ustedes avisaron a sus allegados sobre los diagnósticos?

“Sí claro… cuando nos avisaron de que estábamos positivos nuestro deber y responsabilidad fue avisar al condominio, a la familia y a la escuela de mi hijo, pero a las horas ya mucha gente sabía. Y llegaron esos mensajes dolorosos, con reclamos”.

“Yo mandé un mensaje al condominio y les dije que lo estábamos manejando bien y pedí respeto hacia nuestra familia”.

Pero también llegaron mensajes solidarios, de apoyo…

“Yo estaba destrozada por la discriminación pero empezaron a llegarme mensajes de solidaridad y actos de solidaridad: sonaba el timbre y nos dejaban bananos, flores, comida en la entrada de la casa. Vecinos que pasaban con sus carros y nos pitaban como una especie de saludo a la distancia.

“Yo tengo un perro me dejaron comida para él. Vecinos a los que nunca les había hablado y me escribían para dejarme un queque, tomates, atolito. Era ayuda celestial, porque nosotros pasábamos en cama.

Si usted y su esposo estaban con la enfermedad y encerrados… ¿cómo la pasó su hijo?

“Mi hijo todos los días nos escribía para preguntarme cómo estaba; él aprendió a hacer café y hasta huevos. Él creció mucho en este proceso.

“Si yo no mando el correo a los vecinos de buen corazón, el proceso me hubiera costado mas por el dolor de las burlas, de la discriminación, pero empecé a recibir mucha bendición.”

¿A estas alturas siente dolor por lo ocurrido?

“A todos les deseo el bien, pero sí estoy resentida y les puedo decir de que necesitamos alejarnos de esas personas, porque son tóxicas. Ojalá nunca pasen por esto, que se pongan la mano en el corazón y dejen de ver el dolor ajeno. A los que nos ayudaron solo les tengo agradecimiento.

“Uno no anda buscando el virus, no se vale que lo discriminen. Y por eso este virus no se puede llevar solo, porque es doloroso, pero también se ve el lado bueno de mucha gente”.

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