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Jungle Cruise: aventuras en la selva

@Popcorn506 para El Observador Tradicionalmente, estas fechas eran las mejores para ir al cine. Hablamos del verano en Estados Unidos…

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Jungle Cruise: aventuras en la selva
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@Popcorn506 para El Observador

Tradicionalmente, estas fechas eran las mejores para ir al cine. Hablamos del verano en Estados Unidos y Europa especialmente.

Siempre había una que otra película que destacaba y que hacía que niños, jóvenes y adultos disfrutaran de la experiencia de ver una gran película en una gran pantalla.

Muchas de esas que pueden venir a la mente mientras lees estas líneas, se estrenaron allá por los años 80 y 90, décadas del cine de entretenimiento por excelencia. Y decimos esto porque Jungle Cruise tiene mucho que ver con aquellas películas que tanto se echan de menos.

Los ingredientes principales podían anticiparnos buenas sensaciones, ya que una película de aventuras en la selva, protagonizada por The Rock y Emily Blunt, bajo la batuta de Jaume Collet-Serra y con el respaldo de Disney, tiene muchas posibilidades de triunfar.

Y para nosotros lo hace. Principalmente, porque promete todo lo que cumple, que es emoción, diversión y entretenimiento. Parece fácil de decir, pero no es nada fácil de conseguir.

Muchas películas se quedan en el camino porque, aún cuando entretienen, su guion resulta tramposo o incoherente. No es el caso. Aquí la historia está bien explicada y cerrada, y lo que puede no gustar seguramente sea el desarrollo de algunos personajes secundarios o determinados diálogos. En conclusión, aspectos que no tienen tanta fuerza como para determinar el éxito del filme.

Y tal como hemos ido nombrando, vamos a ir destacando, porque aquí los actores son parte relevante del éxito de la película.

Dwayne Johnson, también conocido como The Rock, demuestra aquí que en este tipo de papeles se desenvuelve con una soltura que parece innata.

Su rostro emana carisma y eso se agradece desde el primer momento en el que sale en pantalla, porque ayuda al enganche y sostiene gran parte de la película por sí solo.

Que muchos dirán que es un actor inexpresivo o que solo está ahí por su físico imponente. Pero nosotros no estamos de acuerdo. Una sonrisa suya o un guiño en el momento preciso hacen que la pantalla se llene, y esto no lo consiguen todos.

Lo de Emily Blunt tampoco creemos que haga falta comentarlo. Es una de esas actrices con un encanto, magnetismo y una elegancia fuera de lo común, y es maravilloso verla cómo se desenvuelve en las escenas de acción.

Las suyas, de hecho, son las primeras en las que podemos comenzar a movernos en el asiento y, con ese encanto que añade la ambientación y el diseño de producción, resultan embriagadoras.

Uno de los malos, porque aquí hay varios personajes a los que enfrentarnos, es el del príncipe Joachim, interpretado por Jesse Plemons. Es uno de esos actores que tienen el perfil idóneo para este tipo de papeles, con la suficiente cantidad de maldad como para resultar creíble, pero sin excederse.

Algo similar sucede con el personaje, menor, de Paul Giamatti. Es cierto que este es un actor superior, más consolidado, y puede que a su personaje se le hubiera podido sacar más partido. Pero, estas cosas, sin prisa.

Para el público hispano, o los acostumbrados a ver producciones españolas, hay otros nombres que resultan muy familiares y que lo hacen realmente bien: Edgar Ramírez, Dani Rovira y Quim Gutiérrez, y cabe destacar que, en la versión original del filme, se respetó y cuidó la pronunciación castellana de sus personajes, cosa que no siempre sucede, y que denota cuidado en la producción.

En lo que respecta a otros detalles visuales como la ambientación, los vestuarios y decorados, también se aprecia una profesionalidad muy consistente, que ayuda a que todos nos sumerjamos desde el comienzo en lo que es la época, o épocas, que van apareciendo en la película.

Porque la Inglaterra de hace un siglo, o la América del XVI, son bonitas de imaginar, pero más bonitas de ver cuando se hace un trabajo así de poderoso.

Igual de poderoso es el resultado de los efectos especiales, que en pantalla grande pueden ser realmente impresionantes, y que hacen que los personajes antagonistas cobren una fuerza y un interés aún superior. No dejan de ser otra muestra de que la mesura puede resultar impactante, porque son efectos elegantes y que fácilmente podían haber caído en la exageración.

Seguramente, todas estas cosas tienen como último responsable a Collet-Serra. Y a él es a quien queremos agradecer que nos haya traído una película que, de nuevo, piensa en el espectador.

No descartemos que, viniendo de quien viene la película y con los resultados que ha ofrecido, estemos ante el inicio de una saga. No llegará a ser tan carismática como las de los años 80, pero seguro que se gana el cariño de una buena generación de cinéfilos.