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La paranoia de si se habrá pasado la comida cuando la sacas del refrigerador

En verano, por eso del calor, y no tan en verano, siempre pasa lo mismo, pero siempre: abres la puerta del refrigerador con un hambre que no veas…

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Tiempo de Lectura: 3 minutos
La paranoia de si se habrá pasado la comida cuando la sacas del refrigerador
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

En verano, por eso del calor, y no tan en verano, siempre pasa lo mismo, pero siempre: abres la puerta del refrigerador con un hambre que no veas, coges una tartera con restos de comida que no sabes si son de ayer, anteayer o de las Navidades y, entonces, entonces te entra esa inexorable duda:

¿Moriré envenenado?

“¿Estará buena o se habrá pasado?” Y de ahí a un esquizofrénico “¿me moriré envenenado?” hay un paso. Luego, como si fuera ya una tradición, y ni que fueras embajador de la ONU, a evacuar consultas con los de casa.

Claro, en esta cata de denominación de origen que es tu familia, suerte si sois tres o cuatro, porque si fuerais cien mil, te pasearías con la tartera de un lado a otro preguntado a cada uno. Meterían la nariz, la olerían, reolerían y, cuando llegaras al cien mil (un mes después de sacar la pota del frigo), no lo dudes: la comida está mal, pero que muy mal.

Si vives solo… la cosa cambia

 Y la verdad que es inútil que preguntes, que lo haces por inercia, como otras muchas cosas, porque sabes perfectamente, pero perfectísimamente que terminarás tirando la comida a la basura porque, basta que haya uno, solo uno de esos cien mil, que te ponga una mala cara, será suficiente para reafirmarte en lo que pensaste nada más sacarla de la nevera: “Está mal, está mal y está mal”.

Esto, obviamente, sucede cuando tienes familia, porque si vives solo y no tienes nada más en casa que echarte a la boca te quedan dos opciones, según el horario:

Te vas a cenar fuera o a un 24 horas, arramblas con uno o dos botes callos o de fabada, los pones al erótico baño de María, cenas y a sobar que mañana será otro día.

Iba a decir que a mí me ocurre lo mismo, que en cuanto saco algo de la nevera de hace uno o dos días entro en una discusión personal y la comida siempre va a la basura, con una rabia…. pero eso era antes.

Si la comida está mal, yoooo…

Desde que vivo solo en la aldea todo es diferente. Entre que el súper me queda a cinco kilómetros y que aquí no hay un 24 horas, en menos de un minuto se te pasa la paranoia (que no el hambre) comes lo que sea y te vas a dormir con esa frase tan gallega de “malo será”. O, sea, lo que está de Dios…

Y cuando llevas como unos treinta o cuarenta “malo será” y ves que no te ha pasado nada, te convences que la comida siempre está buena, pero buenísima, vamos hasta el moho ese medio azulado y verdoso te parece queso de roquefort.

Claro que, ahora que lo pienso, a ver si lo que va a ocurrir es que realmente la comida está mal, pero rematadamente mal, fatal, y que quien está bien, pero increíblemente bien, soy yo.

A lo mejor mi cuerpo y mi metabolismo ya se han acostumbrado a todo tipo de contaminación, de putrefacción, de desechos y… pues mae, si es así, si esto es cierto ¡estoy buenísimo!, de salud claro, solo de salud, y como vivo solo… pues por si cuela, mi correo es [email protected]

Manuel Guisande