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‘Las Ciudades Invisibles’

Por Silvia Solano para El Observador “Las Ciudades Invisibles” es un libro distinto. Y no es de extrañarse, porque Italo…

Por Desde la Columna

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‘Las Ciudades Invisibles’
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Por Silvia Solano para El Observador

“Las Ciudades Invisibles” es un libro distinto. Y no es de extrañarse, porque Italo Calvino intentaba llevar al lector por caminos totalmente nuevos con cada una de sus preciadas ocurrencias. El autor expresó en una conferencia que dio en 1983 que: “las ciudades son un conjunto de muchas cosas; memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”.

Hagamos un ejercicio: imaginemos la ciudad de nuestros sueños. Para algunos será una ciudad que contenga nuestras emociones, lo que nos ayuda a crecer, o lo que nos llena de alegrías y amor. Para otros será más bien un ejercicio de urbanismo, determinando qué acomodo debe tener, su accesibilidad, edificios, caminos y parques.

Si como yo, comienzan a hacer este ejercicio mental antes de iniciar con el libro, se darán cuenta de que es mucho más difícil de lo que parece. Esa ciudad que creamos refleja nuestro propia alma casi de inmediato. El autor lo comparte así en el libro en la siguiente cita:


“Ocurre con las ciudades lo que en los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado, pero hasta el sueño más inesperado es un acertijo que esconde un deseo, o bien su inversa, un temor”

“Las Ciudades invisibles” se desarrolla como una sucesión de extraordinarios relatos cortos y profundos entre sus dos personajes principales: Marco Polo, genio inventor detrás de las descripciones de cada ciudad y Kublai Kan, emperador de todas ellas, quien se deleita con cada relato que el aventurero le regala.

El autor tiene la sutileza de no enfocarse en una sola visión de ciudad, en su lugar, crea ciudades imaginarias todas distintas, que agrupa quizá para instarnos a reflexionar sobre uno u otro tema. Por ejemplo nuestro presente, nuestras percepciones de otras culturas y nuestra interacción con lo que nos rodea. Además, nombra a cada ciudad con nombres propios femeninos.

Se disfruta, por ejemplo, de ciudades como Isidora, donde “los deseos ya son recuerdos”; ó como Tamara, que juega con las percepciones donde “el ojo no ve sino, figuras de cosas que significan otras cosas”. También se presentan otras tan increíbles como Despina, que es una “ciudad fronteriza entre dos desiertos y donde cada ciudad recibe su forma del desierto al que se opone”. O como Zirma, que llega cargada de simbolismos, “donde la memoria es redundante: repite los signos para que la ciudad empiece a existir”.

Los relatos transmiten cierta familiaridad que nos permite identificarnos con unas u otras ciudades, creando un vínculo estrecho con sus particularidades. Así se retrata en una de las interacciones entre Marco Polo y el emperador:


“Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabía que tenía: la extrañeza de lo que no eres o no posees más, te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos.”

Silvia Solano es amante de la literatura, los viajes y las buenas historias.
Blog:
https://silabril.wordpress.com