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No es lo mismo vestirse en España que en Costa Rica… ¡qué va a ser!

La verdad es que ahí, en Costa Rica, tenéis una suerte… ni os lo imagináis. Ahí, por lo que veo, os ponéis una camisetita y tira para adelante.

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Tiempo de Lectura: 4 minutos
No es lo mismo vestirse en España que en Costa Rica… ¡qué va a ser!
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

La verdad es que ahí, en Costa Rica, tenéis una suerte… ni os lo imagináis. Ahí, por lo que veo, os ponéis una camisetita y tira para adelante. Aquí, en España, en el norte, tira para adelante e igual terminas en un cementerio. Un lío es esto… tela

En la época seca, lo más complicado en España es vestirse, desnudarse y depende de para qué, como en cualquier sito, pero vestirse… Mira por dónde, una cosa que haces todos los días en la época de lluvias sin ningún problema, pues en esta época de calores y más calores es un devanarse los sesos.

Yo supongo que en Groenlandia, por ejemplo, si es la época seca… pues es casi seguro que vas más o menos igual que en la de lluvias, con un abrigo que ni te penetran las balas, aunque te disparen a quemarropa.

Un gorrito de esos tipo ruso, de pelo de castor que te tapa las orejas; guantes que te llegan hasta el codo y unas botas que si le das a uno un pisotón lo llevan directo a la UCI.

Y esto pasa en muchos sitios lugares del mundo como en Suecia, Canadá o Finlandia; te pones prácticamente lo de siempre y palante.

Pues en España, no. Tú te levantas por la mañana en cualquier ciudad o pueblo, como en el que vivo ahora, en Paredes de Nava (Palencia)  y no sabes bien si salir en manga corta, en camisa, con jersey o con abrigo, y hasta si me apuras…. Ni salir.

Frío, calor, frío…

Lo de España es un lío que no veas. Sales con jersey… pues igual a las tres horas comienza a llover o bajan las temperaturas y empiezas a tiritar y, claro, esto de tiritar tiene su cosa, porque si estás cerca de casa… pues no es problema, pero si el asunto te pilla lejos…

Bajas abrigado… pues ni que fueras una cebolla, empiezas a quitarte capas y capas de ropa que al final pareces un perchero arrastrando de todo.

Esto sin contar con el impacto emocional para el que te vio salir de casa, que ahora que te observa bien y comprueba que eres una cuarta parte, llevabas tanta ropa puesta…

Cierto que las primeras horas del día son más llevaderas porque en el momento de salir hay un referente que no es exactamente la temperatura, que puedes ver en el móvil, sino que es la gente que camina por la calle.

Sacas la cabeza por la ventana y, según veas a tres o cuatro peatones te haces una idea de cómo va el tinglado utilizando varios parámetros.

Porque no es lo mismo ver a uno en camiseta, que a ojo de buen cubero le echas unos noventa kilos de peso, un forzudo, que a un enclenque como yo que no llega a los setenta y que tiene piel por tener algo. Entonces, cuando ya haces todo un estudio y calibración ósea del cuerpo humano… pues te vistes.

Cuando te dejan ropa

Esto cuando vas a la calle, pero si te invitan a una casa que está en las afueras, eso ya es otro tema. Yo he ido invitado a un montón de chalés, te ponen unos entrantes en el porche, y a las cuatro o cinco horas, sobre las 10 de la noche, o me lo monto en plan masoquista con los palillos y me los clavos para entrar en otra fase existencial de dolor/calor o pido una chaqueta.

Y como tengo amigos tan buenos, pues siempre te dejan una y cuando te vas dicen: “llévatela y ya me la devolverás”. Y… pasa lo que pasa, que te olvidas, y un día ves en casa una ropa que no es tuya… y telefonazo al canto: “Oye, que tengo…”.

Y claro, en esto te llevas unas sorpresas que es como para que te encierren, porque o te dicen que no, que no es suya “porque yo nunca tuve un jersey verde” o lo más dramático, “pero si nunca viniste a mi casa…”.

Es que los chalés son todos tan parecidos que debe ser un problema de arquitectura, bueno, y mental mío también, todo hay que reconocerlo.

Yo últimamente estoy ya por, cuando me dejen una prenda, hacer como en los comercios, ponerles etiquetas y una referencia, en plan “Sergio Zamora, Barcelona, estuve con él y tomamos…” “Manuel Agrafojo, Madrid, una juerga nos agarramos…”.

Te lo juro que yo no sé cómo hacen mis amigos, si también se llevan la ropa prestada, si la devuelven, si ya se quedan a dormir en el chalé o se toman cuatro coñacs en el bar de al lado nada más salir.

Pero a mí con tanta etiqueta me está entrando un complejo Zara… pero un complejo que me da que un día me empaquetan y a saber dónde termino, aunque mejor sería dónde empiezo, porque donde termino… me lo imagino.

Manuel Guisande