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Popcorn506 para El Observador
Christopher Nolan lleva años jugando en la Champions League de los directores de cine. No solo porque sus películas son todas buenas –y algunas muy, muy buenas–. Si no porque, desde hace casi dos décadas, cada uno de sus estrenos se convierte en una especie de fenómeno fílmico, que provoca miles de comentarios en las redes sociales y mucha expectación en las salas de cine.
No iba a ser menos Oppenheimer, sobre todo cuando desde el más mínimo avance que se dio hace tiempo ya las sensaciones eran maravillosas.
Y esa preciosa estrategia de marketing, tan sobria como seductora, que nos ha mantenido deseosos de que llegara la fecha de su estreno y acudiéramos en masa, compitiendo o compartiendo con los cinéfilos de rosa que iban a ver Barbie.
Oppenheimer no es una película fácil. Eso es algo que tenemos que decir y que mucha gente ya está comentando. Pero, a pesar de no ser una película fácil, es una grandísima película.
¿Por qué no es fácil? Pues porque es una película densa, larga y reposada. Su ritmo se aleja de muchos estándares actuales y esto puede incomodar a los espectadores menos habituados a este tipo de cine.
También hay otros aspectos técnicos o estilísticos que resultan de gran sutilidad y que pueden pasar desapercibidos para algunos.
¡Y llega la gloria!
Pero, una vez aceptado este compromiso, la recompensa es gloriosa. Hablamos tanto para los que ya han visto, y disfrutado, las antiguas películas de Nolan como para aquellos que no han tenido la oportunidad y desconocen a lo que se pueden enfrentar.
Christopher Nolan, como decíamos al principio, es uno de los directores de mayor calibre. Y esto, además de los motivos anteriormente expuestos, se debe a que ha sido capaz de construir una identidad fílmica absolutamente indiscutible e inconfundible.
En otras palabras: sus películas se pueden reconocer sin casi ninguna duda, gracias a ese sello tan personal que hace que cualquier escena lleve la esencia del director sin importar cuál sea el género o quiénes sean los actores presentes.
Y es que Oppenheimer es un “biopic” muy ambicioso — si es que se puede llamar biopic –. Uno de los retos de mayor altura a los que se puede enfrentar un director, porque, aunque Oppenheimer haya sido una figura fundamental en la historia reciente y su vida sea de gran interés, no estaba tan clara su adaptabilidad a la gran pantalla.
Un elenco de primerísimo nivel
Nolan lo consigue y, además, la hace suya. Es lógico que, para muchos, se haya pervertido el significado propio del biopic para conseguir que la película fluyera de un modo mejor.
Y es algo que de verdad empieza a explotar, con perdón por la expresión, a partir del ecuador de la cinta, cuando, sin ánimo de destripar, todo asciende hasta el cielo para tocar una cumbre maravillosa. En esto colabora también la excepcional implicación e identificación de Cillian Murphy como el científico histórico.
Es un actor que nunca pasa desapercibido por la enorme potencia de sus rasgos y sus interpretaciones, y aquí asume la sobriedad del momento y de la persona con tal capacidad y éxito que, sin mucho riesgo, podemos decir que va a ser su papel más representativo hasta el momento y casi hasta el futuro.
Los que no vayan al cine atraídos por los apellidos Nolan o Murphy, lo harán por alguno de las estrellas que participan en esta entrega. Realmente, es un desfile de talentos que incluye a algunos de los actores más influyentes de la industria en los últimos años.
No hay puntos débiles en el cast, Matt Damon, Emily Blunt, Gary Oldman, Robert Downey Jr, Florence Pugh, Jack Quaid, Rami Malek, Josh Hartnett, solo por mencionar algunos.
De lo mejor en cartelera
Oppenheimer es una de las mejores películas de este año, puede que la película con mayor empaque y consistencia y, a la vez, la que se mantenga con mejor reconocimiento tras el paso de los años.
Pero también es una de las mejores películas de Christopher Nolan, con todo lo que estas palabras significan, ya que se abre paso a codazos en la filmografía del inglés hasta ascender a los primeros puestos.
Para muchos, el mejor antecedente a esta podría ser Dunkirk, película que también trata un tema histórico y lo hace en lenguaje “nolanístico”.
Pero aquí tenemos una historia mucho más compleja, con unos planteamientos y reflexiones morales que todavía pueden ocasionar debates y que abren la mente de los espectadores a retos éticos o filosóficos. Esto sin renunciar a las maravillas visuales a las que nos tiene acostumbrados este cineasta.
Por esto es por lo que creemos que la película va a permanecer. Porque es capaz de aunar esas facetas que pocas películas ofrecen conjuntamente y, a la vez, hacerlo de un modo excelso.
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