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Tomar la decisión de regresar a casa y enfrentar un cierre de fronteras

El 19 de marzo, unos 35 costarricenses regresaron a su país desde el Aeropuerto Internacional Gatwick, en Londres, Inglaterra; en…

Por Paulo Villalobos

Tiempo de Lectura: 4 minutos
Tomar la decisión de regresar a casa y enfrentar un cierre de fronteras
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El 19 de marzo, unos 35 costarricenses regresaron a su país desde el Aeropuerto Internacional Gatwick, en Londres, Inglaterra; en medio de la crisis global desatada por una enfermedad respiratoria llamada coronavirus, de vertiginoso contagio.

Una de las pasajeras, quien pidió resguardar su identidad, accedió a relatar su travesía a El Observador, con la cual consiguió volver a su hogar ante la inminente pérdida de su empleo en un hotel de apartamentos en Dublín, Irlanda.

Todo comenzó una semana antes, cuando el taoiseach (primer ministro del país), Leo Varadkar, anunció el cierre de centros educativos e instituciones públicas ante el brote de la COVID-19, que entonces registraba 70 ciudadanos infectados.

“Ese día todo colapsó. Toda la gente se volvió loca en los supermercados, que no dieron a basto. El transporte, todo el mundo en la calle como loco cuando iba a recoger hijos. Fue un momento muy tenso. Fue un momento muy complicado. Cuando llegué al trabajo igual, la jefa nos citó a reunión. Realmente nadie sabía lo qué iba a suceder”, contó la nacional.

Al momento de esta publicación, el número de casos se disparó hasta 2.415 positivos y 36 víctimas mortales.

“La situación estaba muy tensa. Habían alrededor de 300 casos casi 8 días después de que habían cerrado las escuelas. Estaban incrementándose como como 70 nuevos a diario. Y ya después de las escuelas, cerraron los bares y los restaurantes. Entonces había más tensión porque mucha gente empezó a perder los empleos”, añadió.

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Decidida en volver

Rotulación e información sobre el coronavirus disponible en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, en Alajuela. (Paulo Villaloboso | El Observador)

A unos 8.175 kilómetros de ese escenario y cuatro días después, en Costa Rica, el presidente Carlos Alvarado declaró estado de emergencia nacional y decretó un cierre de fronteras que entró en vigencia a las 11:59 p.m. del 18 de marzo.

La medida -que se prolongará hasta la misma hora del 12 de abril- prohíbe el ingreso de extranjeros no residentes al país, con el objetivo de contener la propagación del virus, al situarse la cantidad de casos positivos en 41.

Para entonces, la viajera estaba segura de su regreso y el 17 de marzo optó por comprar el primer boleto a su tierra natal que encontró. Se trataba del vuelo 2237 de Brittish Airways.

“La razón principal fue porque donde vi que estaban cerrando los comercios. En mi caso, para el trabajo, que es en hotelería, mi jefa ya me había advertido que posiblemente me iba a tener que reducir las horas, además de que había una gran posibilidad de que fueran a suspender los hoteles.

“Al ver toda esa situación, la tensión, de que no iba a tener trabajo, también comencé a notar que muchas aerolíneas estaban cancelando los vuelos y que los aeropuertos estaban limitando la entrada de personas; ahí fue donde yo pensé que lo mejor era devolverme a Costa Rica. Me daba miedo quedarme encerrada, sin trabajo y en un país ajeno”, dijo.

La decisión implicó renunciar a su trabajo y a los estudios que desde hacía año y siete meses llevaba en Irlanda, para primero tomar un avión hacia Inglaterra y -después de tres horas de atraso- uno al Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, en Alajuela. Todo con la compañía de mascarillas, constantes lavados de manos y nerviosismo.

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Directo a cuarentena

Área de espera de pasajeros de vuelos desde el exterior del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, en Alajuela. (Paulo Villalobos | El Observador)

La mujer, de 36 años de edad, arribó a suelo nacional a eso de las 7:00 p.m. del 19 de marzo. Su avión -cuenta- los dejó lejos de la terminal, donde un bus los llevó hasta las salas, para iniciar su trámite ante la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME).

Una vez ahí se le notificó de una orden sanitaria, que la obliga a permanecer en aislamiento domiciliar por 14 días (que es el periodo de incubación del coronavirus).

Como parte del proceso se le pide un número de teléfono, dirección y le entrega copia del documento; que lejos de tener recomendaciones, establece las consecuencias de incumplir con las disposiciones en ella contenida: penas de cárcel de entre 6 meses y 3 años.

“A mí nunca nadie me preguntó nada. Ni de dónde vengo, ni para dónde voy. Nada. Ni si tenía algún síntoma”, aseguró la costarricense.

Posterior a eso tomó un taxi del aeropuerto donde el chofer le dio -dice- más recomendaciones que en el puesto de Migración y Extranjería. Entre ellas, le sugirió quitarse los zapatos antes de entrar a su casa, desinfectar su maleta y lavar la ropa que traía en ella, según enumeró.

Actualmente, ella se mantiene en su hogar y se informa constantemente sobre el estado de la emergencia nacional a través de redes sociales.

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