Blogs

Un curioso descubrimiento

En verano (época seca para ustedes en Costa Rica), quieras o no, es cuando realmente descubres las aficiones de tus amigos y compañeros de trabajo.

Por Blog

Tiempo de Lectura: 3 minutos
Un curioso descubrimiento
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

En verano (época seca para ustedes en Costa Rica), quieras o no, es cuando realmente descubres las aficiones de tus amigos y compañeros de trabajo.

Tú en invierno (época lluviosa), con un colega hablas de cualquier cosa: de política, de fútbol, de los dinosaurios, de las mascotas e incluso de a ver si se calla de una vez, que te tiene harto.

Otra cosa no, pero hablar… de lo que sea, pero lo que nunca sabes son las aficiones que tiene y, cuando llega julio o agosto, vas de sorpresa en sorpresa.

Te adentras en una playa, la que sea, y de repente te encuentras con uno que te dice que veranea allí, que tiene una casa y que te invita a comer, que ya habla con su mujer y que todo está preparado.

Entonces aceptas, entras en el chalé y, nada más franquear la puerta, te encuentras con una tabla de surf.

¿Deportista tú?

Claro, tú ves la megatabla esa, ves a tu amigo, que no tiene hijos, y piensas que no, que se confundió y que compró una tabla para planchar.

Entonces le comentas que no sabías que hacía surf, y te cuenta que desde pequeño vuela sobre las olas como las gaviotas y que, además, hace pesca submarina.

Y según te lo cuenta, con esas gafas de culo de vaso que tiene, con esas 104 dioptrías, con esa calva y esa barriga no te lo imaginas encima de la tabla ni al lado de ella, debajo y ahogado sí, pero sobre ella… ni con la de multiplicar .

Sinceramente, cuando me sucede esto me entra un complejo de inutilidad total porque yo, como máximo, lo que tengo es una medallita de un campeonato de tenis de mesa y la del Niño Jesús de cuando me bautizaron.

Y, claro, no es plan, para esas medallitas que gané, más pequeñas que un euro, pues ponerlas como acorazadas en una caja de metacrilato en el salón de casa con luz indirecta para que quien entre las vea y así pueda presumir de deportista.

Hombre rana

Y es que, además, yo como atleta no doy el pego, con 1,80 metros, pesando 70 kilos y con la cara de despiste que tengo, en qué disciplina voy a destacar que no sea la siesta, ¿en halterofilia?, ¿en salto de pértiga, si no puedo ni con el bolígrafo? Pues en ninguna, hombre, en ninguna.

Así que, por si hay algún tipo más imbécil que yo, este verano estoy por vaciar una habitación y llenarla de todo; de alas delta, de un equipo entero de escalada, de otro de vuelo sin motor, de parapentes, de trineos, de… de lo que sea.

Para que cuando alguien entre, dejar la puerta abierta y si ve todo ese desbarajuste y pregunta, decirle: “yo, deporte… de toda la vida”.

¿Y que no cuela?, como los invitados nunca dicen que no, yo… pues que me crezco y digo que fui hombre rana, que me da que lo de rana sí que se lo creen.

Manuel Guisande