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Una cuestión personal muy rara, rarísima

Manuel Guisande para El Observador Yo comprendo que es raro, rarísimo, pero a mí lo que me encanta del verano…

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Tiempo de Lectura: 3 minutos
Una cuestión personal muy rara, rarísima
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

Yo comprendo que es raro, rarísimo, pero a mí lo que me encanta del verano es la ducha de casa. Para mí, en esta época veraniega, la ducha es lo más de lo más. Ni arenillas, ni vecinos que te molesten, ni dónde está el niño, que si habrá que irse poque igual llueve, que aquella nube…

Yo no sé tú pero en invierno me levanto, voy al baño descalzo, de puntillas y paso un frío… ¡joé qué frío! que más de una vez he pensado que si en ese momento alguien me diera un pisotón para calentar los pies lo agradecería.

Cierto que esto es culpa mía, que hay tíos que son la reperamariló que hasta tienen zapatillas especiales. S sí, especiales, y cuando se acuestan las dejan las dos juntitas como si fueran siameses para que hablen toda la noche, supongo. Luego, se levantan, meten los piececillos en ellas, van al baño, ponen una calefacción eléctrica de barrita y al poco rato… a la ducha.

Gente muy ordenadita

Estos son tan ordenaditos que a mí no me extrañaría, que si les hicieran el árbol genealógico o incluso la prueba del carbono 14 a alguna célula, se llegaría a la época de neandertal. Y que ya sus ancestros ordenaban el arquito y las flechitas en la cueva para al día siguiente ir de caza.

Los hay tan detallistas… pero si incluso tienen bata… qué te voy a contar… sí, sí, ba-ta, ba-ta.

Como te digo; yo voy descalzo como dando saltos por el pasillo, y al salir del baño, al coger la toalla para taparme, hasta ese airecillo para ponértela en el cuerpo con aire torero me pone malo.

Pero en verano es otra cosa, que si lo es. Vas descalzo, nada de frío, pones la ducha a temperatura ambiente, abres la cajita de Nivea para que le dé así al asunto un olor veraniego… y joé, como disfrutas del agua.

Yo he disfrutado tanto que hasta me pongo chancletas y en ocasiones lleno la bañera, me meto con una revista de la naturaleza submarina, me pongo unas gafas de bucear y de verdad que solo me falta el arpón; una sensación de aventura…

Mira, yo más de una vez, con las gafas viendo los corales de Hat Nang Ram, los he vivido tan intensamente, pero tanto, que he salido del baño hablando tailandés perfecto.

Mi mujer dice que no, que eso es imposible, que lo he soñado, que tengo mucha imaginación; también me ha dicho que si sigo así se divorcia y… bo.

Vayamos a lo importante; entonces… ¿cómo sé yo que en tailandés “hola” se dice “sàwàddee ká”? Vamos, esta es la prueba definitiva, aunque quizás la que puede ser sea cuando un día mi mujer diga “tot ziens”, “na shledanou” o “Nasvidenje”; o sea, “adiós”, me da que sí.


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Manuel Guisande