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A 11 años del terremoto de Cinchona: “Nadie conocía del pueblo, creían que era una llamada de burla”

Algunos conocían del tremor de la tierra (apenas cuatro años antes hubo un enjambre sísmico). Convivían entre dos volcanes, en…

Por Manuel Sancho

Tiempo de Lectura: 5 minutos
A 11 años del terremoto de Cinchona: “Nadie conocía del pueblo, creían que era una llamada de burla”
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Algunos conocían del tremor de la tierra (apenas cuatro años antes hubo un enjambre sísmico). Convivían entre dos volcanes, en el límite de dos provincias y con la falla Ángel‐Varablanca cruzando el flanco este del volcán Poás. Pero nada podía preparar a una comunidad, a un grupo de humanos, para lo que golpeó a Cinchona el jueves 8 de enero del 2009.

Hoy se cumplen 11 años de uno de los eventos naturales más trágicos en la historia de Costa Rica, el terremoto de Cinchona. A 40 km. de la capital, un sismo de una magnitud Mw 6,2, a una profundidad de 6 km y con un área de ruptura de unos 72 km², quebró a un pueblo entero pero no lo hundió. Un total de 25 personas murieron y por momentos casi una veintena estuvo desaparecida.

Federico Herrera, hoy de 32 años, vivía en el centro de Cinchona, en un mirador que atraía a todos los visitantes. Tenía en su mirada la catarata San Fernando (más grande que la de La Paz). Junto a su mamá, su hermana, un grupo de turistas belgas y su entonces novia, vieron la tierra sacudirse y su casa desplomarse.

“Fue un batido impresionante. Es como que vos estés dentro de una caja y de repente la gente empiece a moverla sin aviso. No hubo un crecimiento. El terremoto inició con toda su fuerza desde el inicio y se mantuvo. No se parecía para nada a lo que uno conoce como un temblor y pocos sabemos lo que es un terremoto”, recordó el hoy analista de datos.

Según un documento académico de análisis editado por el geólogo Rafael Barquero en el 2009, la actividad sísmica inició un día antes (evento de 4,6 cerca de Varablanca). Se produjeron serios daños en carreteras, caminos, viviendas, represas hidroeléctricas, servicio eléctrico…

Herrera sufrió heridas, cuando una lata del techo le perforó la pierna. Rótula partida en cuatro, el músculo en dos y el tendón tocado. Tras el movimiento, solo buscó salir y a su familia. “Veo la casa del tamaño de una hielera, chiquitita, todo está en el suelo. El pánico de no saber dónde están. Por dicha todos salieron”, mencionó a El Observador.

Calles desparecidas, montañas cafés, muerte…

La icónica Fábrica El Ángel de productos dulces sufrió severos daños. (AFP)

La catarata que era integrante de la familia de Herrera – de unos 100 metros – desapareció, cuando la montaña cayó sobre el río. Los vecinos salieron a las calles – los que pudieron – y dimensionaron el efecto: deslizamientos, réplicas cada cinco minutos, casas en el suelo.

“Nos unimos en un fresal. Y empezaron a llegar los vecinos. Había muy poca comunicación. Un par de horas después nos avisaron que en la soda La Estrella todo mundo se murió. Nadie lo quería creer”, dijo con pesar. “Ya llega el momento en que uno acepta que es una catástrofe.”

Los esfuerzos se concentraron en comunicarse con autoridades y saber detalles del terremoto. Pero los habitantes de Cinchona, Varablanca y alrededores estaban con poca o nula señal. Las llamadas al 9-1-1 no tuvieron el efecto deseado según Herrera.

“Nadie conocía la palabra Cinchona. Nadie conocía del pueblo. Creían que era una llamada de burla, porque sonaba poco creíble. Les decíamos ‘vean estamos en Cinchona de Sarapiquí, esto está despedazado, todas las casas están en el suelo, hay gente muerta’. Y no nos creían”, comentó.

“El servicio eléctrico sufrió averías serias en la zona del epicentro y en el área metropolitana se interrumpió por una hora. Los servicios telefónicos se saturaron también por al menos unas dos horas”, recopilaron los investigadores de la Red Sismológica Nacional, la Universidad de Costa Rica (UCR) y el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) hace más de una década.

El crujir de la montaña y la unión del pueblo

El 13 de enero del 2009 en Cinchona, voluntarios y equipos de rescate trabajan en la búsqueda de víctimas. (AFP)

Era un miedo impresionante. Yo estaba seguro de que yo no salía de ahí vivo. Con cada réplica se escuchaba un pedazo de montaña caer. Escuchar un deslizamiento grande asusta, las piedras, los árboles quebrándose. El pueblo estaba ubicado en una ladera…

La desazón se apoderó de Federico Herrera y vecinos, mientras se reunieron a pocos metros de donde un deslizamiento se llevó el comedor de la escuela, parte del cementerio y dos calles de la comunidad, al tiempo que los temblores posteriores seguían botando.

Los helicópteros no podían aterrizar. Nadie entraba, nadie salía… Eventualmente la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), la Cruz Roja, Seguridad, autoridades y voluntarios llegaron. En un improvisado centro de rescate en la plaza de San Miguel revisaron a las víctimas. El analista de datos fue llevado al Hospital de Guápiles.

En ese momento comenzó el enorme trabajo de atención, voluntarios, socorristas, movimientos, reubicación, tratamiento psicológico… La CNE declaró inhabitable a Cinchona, que se convirtió en un pueblo fantasma.

Los habitantes comenzaron a vivir en viviendas de emergencia. Fue hasta mayo del 2011, que la entonces presidenta Laura Chinchilla entregó el proyecto de Nueva Cinchona.

La comunidad de Nueva Cinchona se construyó con las casas mucho más cercanas una de la otra. (Laura Chinchilla/Twitter)

Fue hasta noviembre del 2019 que el Gobierno entregó 91 títulos de propiedad a 380 familias en el nuevo pueblo.

Hasta noviembre del 2019, se entregaron títulos de propiedad para las viviendas en Nueva Cinchona. (Presidencia)

Once años después, Federico Herrera rescata algo vital en la dura experiencia que su familia y decenas más debieron enfrentar: la unión de Cinchona por apoyarse, auxiliarse, gritar, llamar la atención, trabajar juntos y compartir ideas en medio de la tragedia.

“Recibimos la ayuda que necesitábamos. Reunir a la gente, mantenerse unidos después de eso es lo más importante, porque es muy fácil hacerse a un lado y dejar que todo pase”, destacó el joven, hoy vecino de Alajuela, pero asiduo visitante de Nueva Cinchona (su mamña vive ahí). El pueblo se transformó y hoy respira con grandes retos como la falta de empleo, mas con la esperanza que el terremoto no pudo destruir.

En medio del “desayuno” escuchamos el sonido glorioso de un helicóptero que se acercaba a Cinchona y que de hecho aterrizaba en la plaza de deportes, algunos ni probamos el desayuno por la emoción.

Blog de Federico Herrera

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