Blogs

¿Cuándo te consideran mayor?

Hoy, en El Observador, comienzo una serie de artículos del libro ¿Se es viejo a los 60?, tás de broma (Amazon).

Por Blog

Tiempo de Lectura: 3 minutos
¿Cuándo te consideran mayor?
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

Hoy, en El Observador, comienzo una serie de artículos del libro ¿Se es viejo a los 60?, tás de broma (Amazon). Precisamente, saber cuándo te consideran mayor; o sea, que no te enteras, es difícil.

Pero siempre hay un momento en la vida en que te ocurre algo, como si te dieran un golpe en la cabeza, tu cerebro se distorsiona, como que se diluye, y piensa. Sí, eso es lo peor, que se te ocurre pensar.

¿Y cuándo puede suceder eso, que te consideren mayor? Pues en cualquier momento y lugar, cuando menos te lo esperas. A mí me pasó en una panadería. Ya ves tú, vas a por pan y sales con un problema para el resto de tu vida.

El caso es que íbamos unos amigos a una casa de campo y llevábamos viandas varias cuando alguien dijo que nos habíamos olvidado del pan. Así que, como conocía la zona, les dije que pararan en un pueblo que estaba a tres kilómetros.

La panadería, un drama

Tras aparcar, me dirigí a la tienda; entré y había cuatro personas, me puse a la cola y, en un momento dado, un hombre, que no sé si es que era gordo o estaba rebozado, dijo: “mejor, atendemos primero al señor”.

Como era domingo y también porque no doy más de sí, al oír lo de “Señor”, lo primero que pensé fue: “joé, qué católicos son en este pueblo, querrán cerrar para ir a misa y hacer una ofrenda”.

Pero no… ni ofrendas ni sacrificios humanos, quienes estaban delante de mí se dieron la vuelta, yo también y…. ¡¡¡Noo!!!, ¡¡¡No había nadie máááss!!!, ¡¡¡El único hombre era yooo!!!!, ¡¡¡Yo era el señorrrr!!!

El pan lo cogí, pero vamos, que lo cogí por inercia, porque a punto estuve de arrodillarme, rezar el “yo pecador me confieso” y esperar a que un rayo me partiera en dos.

Salí hecho polvo; en menos de cinco minutos pasé de tener la sensación de que iba al instituto, a notar un gotero y el suero por las venas; un cambio… un para qué entraría…

No hay como los amigos

Ni qué decir tiene que cuando llegué a donde me esperaban mis amigos tenía un algo así extraño, como que había hecho un viaje astral, que traspasé el tiempo.

Y que, sí, que existían los alienígenas, los antiguos astronautas y los iluminatis, todos juntos y que los había visto. Un flash…

Continuamos el camino… bueno, ellos continuaron el camino, porque yo tras el batacazo mental ya no tenía ganas ni de excursión, ni de comer.

Una inapetencia… una desgana… un me da lo mismo que lo mismo me da… y en mi cerebro, como si fuera un eco, solo oía: “atendamos al señor, atendamos al señor”.

Entonces hice una prueba; cogí aire y les pregunté: “¿Me veis mayor?” Y cuando respondieron a coro: “¡¡No, hombre, nooo!!”, me entró un arrebato… pero un arrebato de ir un día a la panadería y cargarme al gordo o al rebozado ese… bien lo sabe el señor, digo, Dios.

Del libro “¿Se es viejo a los 60?, tás de broma” en Amazon.

 

 

Manuel Guisande