Emprendimiento

Fluctuum: Confort acústico en la arquitectura urbana

Tanto en la música como en la vida, la armonía es esencial. No obstante, balancear acordes, vibraciones y ecos puede…

Por Marco Marín

Tiempo de Lectura: 4 minutos
Fluctuum: Confort acústico en la arquitectura urbana
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Tanto en la música como en la vida, la armonía es esencial. No obstante, balancear acordes, vibraciones y ecos puede ser tan complicado como tratar de crear un oasis en medio del caos de la ciudad.

Es en medio de esa debacle donde Arturo Fernández, un joven emprendedor costarricense de 31 años, logró aplicar su amor por la música en la construcción. Es así como, desde hace siete años, fundó su firma de acústica arquitectónica, hoy llamada Fluctuum.

Con una inversión inicial que osciló entre los $30 a $50 mil, este guitarrista por vocación, encontró un nicho en el desarrollo de espacios residenciales y comerciales, que brindan a los presentes el confort de un ambiente sonoro amortiguado, sin sacrificar la estética.

Luego de cumplir con su sueño de estudiar música y producir álbumes, Fernández encontró un interés por los espacios de grabación.

El problema fue que, al volver a Costa Rica, tras casi una década de estudios -primero en Los Ángeles y después en Australia, este ingeniero de sonidos se dio cuenta que el mercado de la construcción de estos espacios es muy limitado, en nuestro país.

Fue así como descubrió un potencial en la arquitectura acústica, una tendencia para la elaboración de espacios y que ya puso en práctica en algunos complejos habitacionales y empresariales de San José.

Ahora, apunta más alto y colabora en un proyecto para la medición acústica de espacios públicos, con el fin de aplicar su conocimiento al desarrollo urbano masivo y construir ciudades sin contaminación sonora, tanto en nuestro país como en latinoamérica.

Control de ruido

“Me fui a estudiar guitarra en LACM (Los Angeles College of Music). Siempre me gustó grabar. Todavía no estaba muy centrado y dije: estudiemos ingeniería de sonido y arquitectura acústica”, explicó Fernández.

En el 2010, partió al Instituto SAE, en Australia donde vivió tanto en Melbourne como en Sydney. Luego de dos años, pasó a la Universidad de Sydney, donde sacó su maestría. Ahí fue donde comenzó a descubrir la pasión por mezclar la acústica con el diseño de espacios..

Desde que comenzó a cursar su especialidad en esta institución, Fernández estaba claro en la importancia de las emociones en los sonidos y cómo las vibraciones de estos repercuten en el espacio y por ende en los estados de ánimo.

“Parte de la investigación que fui generado, fue definir la importancia del buen uso de distintos materiales y cómo eso impacta internamente un espacio.

“Parte de la carrera la pase metido en un cámara anecoica, un cuarto sin ecos, investigando el comportamiento de los materiales y así fue como me fui enamorando del tema constructivo”, detalló.

Y es que, para Fernández, a la hora de planear espacios residenciales, es necesario considerar el “confort acústico”, dado los efectos psicológicos que el ruido produce en las personas.

“Dependiendo de cuánto ruido genera un espacio, yo voy a querer estar ahí o no. Las quejas por eso son cosa de todos los días aquí, cualquier cantidad”, argumentó.

La inversión de Fernández, en equipo especializado, ronda los $50 mil. (cortesía Fluctuum)

Una tarea de educación

En el 2014, Fernández volvió a Costa Rica y, con el afán de complementar sus conocimientos, comenzó a estudiar arquitectura, carrera que espera concluir en el 2020. De esta forma, este diseñador de sonidos, y pronto, de espacios, ofrece un producto más integral.

“La diferencia es que somos ingeniería acústica pero no nos limitamos a hacer un reporte. Integramos las soluciones. Trabajamos de la mano con los ingenieros civiles. Si se requiere un espacio sobrio hacemos el diseño necesario para complementar de forma armoniosa”, explicó.

Fernández añadió que sus consultorías se destacan por que todas sus mediciones son calculables. “Le damos los ejemplos al cliente para que sepa como va a ser el desempeño de un espacio”.

Esto por medio de proyecciones generadas por computadora, con los softwares que representaron la mayor parte de su inversión inicial. A pesar de estas ventajas, el futuro arquitecto reconoce que las soluciones acústicas se ven como “un lujo” en nuestro país.

“Se ve muy poco necesario. En realidad, es importante. Siempre se habla de la luz, de una buena distribución pero, hasta que se presencia un problema acústico es cuando se quiere corregir”, agregó.

Por esta razón asegura que abrir este mercado en el país ha sido complicado. Fernández asegura que “ha sido un tema de educación con la gente a la que le pueda beneficiar este servicio. Todo se reduce a reuniones con tomadores de decisión”.

No obstante, asegura que todo se trata de “tirarse al agua”. En el 2015 desarrolló su primer proyecto, con la sala de locución del TEC.

Hoy cuenta con un equipo de otros dos expertos y una cartera de proyectos entre los que destacan un par de constructoras y dos desarrollos habitacionales.

Elementos como el tren, muchas veces no son tomados en cuenta a la hora de desarrollar complejos residenciales, explicó Fernández. (cortesía Fluctuum)

Una capital acústicamente armoniosa

“Veo este tema del control de ruido y vibración como algo realmente necesario a nivel país, pero también pensando en expandir a latinoamérica. He encontrado algunas empresas en la región pero ninguna que le ponga tanto amor a las consultorías. Eso me motiva”, dijo.

Por esta razón, Fernández busca que se establezca un mejor control acústico urbano, por medio de arreglos a legislación actual y la cual, asegura, es obsoleta. A raíz de esto, uno de sus objetivos es hacer un mapa de ruido de San José.

Actualmente, busca establecer una alianza con el grupo de Rutas Naturbanas para hacer una versión que tenga un antes, un después y una predicción de una de las rutas, para que cuente con niveles acústicos acordes a los espacios verdes que se pretenden desarrollar en estos corredores interurbanos.

Este es un mapa de ruido de una zona de San José. Solamente los espacios amarillos tienen un nivel adecuado. Los azules son los de mayor contaminación acústica. (cortesía Fluctuum)