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¿Por qué a los hombres no nos va la playa?

Dicen las mujeres, excepto una que vive en Japón, que a los hombres no nos gusta la playa, que eso de ir al arenal no es lo nuestro.

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Tiempo de Lectura: 3 minutos
¿Por qué a los hombres no nos va la playa?
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

Dicen las mujeres, excepto una que vive en Japón, que a los hombres no nos gusta la playa, que eso de ir al arenal no es lo nuestro. Y. nosotros, pues lo que ellas digan, que por evitar la discusión 425.728… pues que no nos gusta la playa.

Que mañana, por lo que sea, cambian de opinión y dicen que nos encanta… ¡pues claro que nos encanta!, nunca fuimos tan felices en ella; vamos, donde haya una playa… Vas a comparar eso, estar tirado en la arena como una alfombra, a tomarte unas birritas con los colegas… la playa, ¡cómo no!

Lo que odiamos es…

Lo cierto es que nos gusta la playa, lo que odiamos es ir como si fueras un perchero, llevando encima flotadores, sillas, cubos, palas y golpeándote con todo porque no ves nada, y oír frases tales como “casi nos ponemos aquí” “no, mejor allí” “bueno, dice mamá que…” y tú girando como una peonza.

Yo las veces que he ido a la playa llego con la lengua fuera y lo primero que me dan ganas es ir al puesto de socorro a preguntar si tienen una botella de oxígeno. O si hay alguien que quiere practicar el boca a boca, aunque solo sea un ratito para tener aire por si encuentro a un amigo y al menos tener fuerzas para decirle “hola”, que ya no pido más.

Y después, cuando estás como recuperado… pues tu mujer, que dice que qué bien le sentaría un helado. Entonces vas al bareto pensando que coges los helados y fin de la jornada. Joé, qué inocente eres.

Vas al bar y allí hay como tres millones de maes pidiendo de todo, y tú, que estás en la fila 3.328, esperando una hora a ver si derrapas y de una vez por todas acabas en la barra.

Cuando lo haces, el del bar, que como mínimo espera que pidas una birra o un tinto, pues no, vas y sueltas un estúpido: “Quería un rockoflis de naranja y un andablús de nata”.

Situación penosa

Y no solo el del local te mira pensando “aquí está el tontaina colagado 1.720”, sino que todos los del bar, que son bien casi cinco millones, piensan lo mismo.

Llegas al arenal, cansado, sediento, como agarrotado, estiras el brazo con el rockoflis y el andablús, los entregas con una sonrisa (sí, se han dado casos insólitos de darlos con una sonrisa) y… ¡¡¡nooooo!!! ¡¡¡los niñossss!!!, ¡¡que hay que bañarse con elloooos!!!

Entonces descubres varias cosas: una, por si tenías dudas, que en efecto, eres su padre, porque te han llamado 740.00 veces. Que el amor maternal debe ser una cosa urbana porque en la playa… a ella no la llaman ni de broma.

Y que no todo es negativo porque a veces recibes una gran alegría cuando un cuñado, un concuñado o tu suegra (o sea, alguien ajeno a tu voluntad) comenta: “me pasaría aquí toda la vida”, y tú piensas: “por mí, por mí de verdad que podéis empezar ya”.


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Manuel Guisande