Tomás Gómez
No importa si el desempleo está alto o bajo, los datos siempre muestran cómo las mujeres llevan la peor parte en esta estadística.
En la medición más reciente, por ejemplo, la se eleva al 264 mil personas. De ellas 130.000 son hombres y 134.000 mujeres.
¿Por qué el sexo de una persona puede influir en sus posibilidades frente al flagelo del desempleo?
María Leonela Artavia, de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional (UNA), detalló que hay 4 ejes donde se pueden categorizarse los problemas:
- Estructura productiva: desde antes de la pandemia existían problemas para la generación de empleos. Estas trabas afectan la dinámica económica y limitan los recursos tanto para la producción cómo para el consumo.
- Vulnerabilidad laboral ante ramas de ocupación feminizadas: hay actividades económicas que se caracterizan por ser realizadas mayoritariamente por mujeres. A esto se denomina “feminización de ramas de actividad”. Ejemplos de ellos son el trabajo doméstico -9 de cada 10-, educación -7 de 10- o turismo y salud -6 de 10-. Esta concentración hace que cuando uno de los sectores entra en recesión la afectación al empleo femenino es directo y profundizado.
- Responsabilidades de cuido: la costumbre social recarga en las mujeres más labores de hogar y atencíón de personas, lo que genera estigma. “Las mujeres que desean trabajar se enfrentan a fuertes discriminaciones laborales en ciertas ramas, empresas o unidades productivas en las que prefieren perfiles masculinos para no tener que brindar permisos, licencias de maternidad, entre otras”, dice la UNA.
- Barreras educativas: la estadística sigue mostrando diferencias en niveles de educacíón, que también repercuten en cuanto a empleo.
En ese esquema se ha identificado un fenómeno llamado “pisos pegajosos”. Este implica que mujeres con más dificultades de vida -bajo ingreso, pobreza, poco acceso a educación- mantienen adherencia a “condiciones de vulnerabilidad social y dependencia económica”.
¿Como impactar el empleo para las mujeres?
Artavia coordina el proyecto “Trabajo y Crisis”, donde se reitera la necesidad de soluciones al menos a mediano plazo.
“Se debe impulsar espacios formativos que realmente sean pensados, diseñados y puestos en marcha contemplando las tareas de cuido que ellas deben asumir y las condiciones de vulnerabilidad que experimentan, pues responsabilidades familiares -trabajo doméstico no remunerado- y la carencia de recursos económicos constituyen las principales razones de no asistencia a la educación formal por parte de las mujeres”, dijo.
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“Ello implica avanzar en materia de una distribución más justa de las tareas de cuidado, el fortalecimiento de las redes de cuido, así como la valorización y reconocimiento del rol imprescindible que tienen las mujeres en el sostenimiento de la vida”, complementó.
A ello agregó la necesidad de un cambio cultural que abra aún más espacios a las mujeres en otras áreas económicas.
