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Popcorn506 para El Observador
Hay veces en las que el cine parece que no está hecho para el público, sino para sí mismo.
Son películas muy abiertas, que dialogan consigo mismas, van contándose cosas y negocian con ellas, sin tener en cuenta que hay gente mirándolas, observándolas.
Y, a pesar de no tener en cuenta al público, son capaces de conectar mejor que otras. Mejor dicho, consiguen que los espectadores conecten con ellas.
Lo hacen porque las ven exentas de artificios, porque son tan auténticas que no necesitan disimular ni pretender. Son así y brotan de la pantalla en forma de imágenes, sonido e interpretaciones con una naturalidad que resulta fascinante.
La trama: ¿se identifica?
Ese talento tan complicado de replicar es una de las virtudes que podemos encontrar en The Banshees of Inisherin, recientemente nominada en nueve categorías para los Oscar de 2023.
Nueve categorías entre las que se encuentran película, director, guión y cuatro de sus actores. Esto es algo poco habitual, sobre todo para este tipo de películas, y tenemos que celebrarlo aquí.
The Banshees of Inisherin nos cuenta la historia de dos amigos que, repentinamente, dejan de serlo.
Es decisión de uno de ellos, que descubre que se ha cansado de esa amistad y quiere optar por otros caminos. Al otro, por su parte, esto no le parece justo ni lógico. Y aquí entran en conflicto.
El conflicto de querer huir y de permanecer. Como les sucede a muchos en el lugar donde se centra la historia, una pequeña isla irlandesa en la que no solo es que no pase nada.
Es que da la sensación de que nunca más va a pasar nada. Salvo que la gente se va o se quiere ir.
Imágenes y talento magníficos
El entorno es propicio para conseguir una fotografía magnífica. Esas costas, esas llanuras que tienen un verde resplandeciente. Incluso esas tabernas de madera en las que las cervezas vuelan en vasos de pinta.
Así es fácil caer rendido y meterse en una película que, de algún modo, podría parecer aburrida. Y tal vez lo sería si, poblando esas escenas tan visuales no estuvieran ninguno de los cuatro actores que nos dejan maravillados.
Actores que, con más o menos fama y distintas trayectorias, bordan el cometido propuesto y nos dejan muy asombrados por momentos.
Hablamos de gente tan consagrada como Colin Farrell, que demuestra aquí que su éxito no obedece solo a un físico atractivo que lo rompe en las películas más taquilleras de Hollywood.
Tal vez quienes lo conocieran desde sus debuts en las producciones locales allá por los años 90 del siglo pasado no se vean tan sorprendidos.
Frente a él, un Brendan Gleeson que tal vez esté más acostumbrado a cargar con el peso dramático en solitario y que aquí no tiene tanta responsabilidad.
Otros personajes
De los cuatro protagonistas, tal vez el que menos haya sorprendido porque, sencillamente, está como siempre.
Al lado de estos dos, aparece Kerry Condon, cuyo trabajo como hermana de Farrell es una muestra delicada de interpretación, con gestos y miradas que parecen de terciopelo, y que, a pesar de las muestras fraternales, parecen casi maternales.
Para finalizar, Barry Keoghan, el más joven de todos y el que tiene un futuro más prometedor, aunque ya es una realidad.
El grueso del público lo descubrió en The Killing of a Sacred Deer, precisamente frente a Farrell, y una vez vista esa película es imposible olvidarlo. Pues bien, aquí vuelve a ganar a todos. Su interpretación es de ésas que sólo se ve a los genios. Así que esperamos verle más.
Ya queda menos para que llegue esta esperada ceremonia de los Oscar. Una ceremonia especial por muchos aspectos, entre los que sin duda tenemos que destacar la presencia de películas tan variopintas que The Banshees of Inisherin opta a casi todo frente a producciones como, Everything Everywhere All at Once, Top Gun Maverick o The Fabelmans.
Será una buena ocasión para hacer las paces con la Academia. O para seguir en guerra, pero siempre con emoción.
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