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Tica cumple el sueño de miles: trabajar en la gigante casa de Lego, en Dinamarca

Lego es una de las marcas más queridas a nivel mundial. Y, ¿cómo no? Muchas infancias se vieron marcadas por…

Por Paula Umaña

Tiempo de Lectura: 5 minutos
Tica cumple el sueño de miles: trabajar en la gigante casa de Lego, en Dinamarca
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Ana
Albouy trabaja desde el 2014 en Lego, una de las empresas más prestigiosas a nivel mundial Foto: Raimonda Kulikauskiene

Lego es una de las marcas más queridas a nivel mundial. Y, ¿cómo no? Muchas infancias se vieron marcadas por los mini ladrillos de la marca y sus figuras, con los que era posible hacer realidad las explosiones de imaginación.

Pero para Ana Albouy, una costarricense de nacimiento, Lego no solo es parte de su niñez: es su vida diaria.

Albouy trabaja en la unidad de Adult Fan Of Lego (AFOL) en Dinamarca, es decir, se encarga de la relación con la comunidad de adultos fans de la marca alrededor del mundo, que son millones.

“Mi trabajo en particular es en los programas de ayuda, en los que damos sets de legos para que los fans puedan usarlos en lo que ellos llaman “my own creation”, con esto los incentivamos para que sigan desarrollando su creatividad y exhiban sus obras en sus eventos”, explicó Albouy.  

La tica trabaja en Lego desde el 2014 cuando inició sus labores freelance, un día a la semana, pero un año después, gracias a su trabajo y a su esfuerzo, Lego le abrió las puertas para quedarse tiempo completo.

Ahí, en la gigantesca casa de Lego, rodeada de miles de ladrillos de colores, la comunicadora se roza con personas de todo el mundo, que llenan las oficinas de la marca.

Esto, aseguró, le genera retos a nivel cultural pero también un rico intercambio de conocimientos y tradiciones.

Albouy sacó su bachillerato en Relaciones Públicas en la Universidad Latina en Costa Rica y a los 20 años viajó a Europa en busca de una licenciatura y una maestría en comunicación.

Se instaló en Francia, donde tuvo múltiples trabajos en agencias de relaciones públicas y hasta participó en la escritura de un libro sobre panes, un detalle que cuenta entre risas.

Pero poco después de dar luz a su primera hija, y tras varios años de ocupar puestos de comunicación, montó sus expectativas a un avión y dejó los paisajes franceses, para comenzar a escribir una nueva historia en Dinamarca, país que la acoge hasta hoy.

De aquí y de allá

Albouy es una mezcla extraordinaria de culturas: en sus venas corre sangre latina y asiática.

Su familia paterna es descendiente de asiáticos, por lo que las costumbres y la gastronomía china fue parte fundamental de su infancia. De hecho, su nombre de nacimiento es Ana Margarita Chan Navarrete, aunque se acostumbró a usar el apellido Albouy, que proviene de su matrimonio.

“No hablamos chino en mi casa, pero tenemos las raíces muy bien puestas”, dijo Albouy. La adopción del idioma español se dio desde sus generaciones pasadas, que sufrieron estigmatización en las escuelas costarricenses por los estereotipos que hay en el país hacia la población asiática. “Ahí murió el idioma desgraciadamente”, dijo.

Pero además de estas dos culturas, tan distintas entre sí, las costumbres danesas y francesas han sido parte de su diario vivir desde hace muchos años.

En 1999 dejó nuestro país, para explorar una nueva vida como estudiante en Francia, donde siguió sus estudios en comunicación y relaciones públicas. Allí vivió por una década y contrajo matrimonio y tuvo dos hijos Adrien y Chloé.

En el 2009, Albouy y su ex pareja decidieron girar su rumbo hacia Dinamarca, tras los pasos de un trabajo en Lego que fue ofrecido a su esposo. Años más tarde, sería ella quien continuara trabajando en la empresa.

Actualmente vive en un pequeño pueblo de Dinamarca llamado Billund, y si el nombre les resuena es posiblemente porque allí se encuentra la famosa y gigantesca casa de Lego.

Aunque vive en este lugar desde el 2009, es franca y reconoce que hablar el idioma danés no es lo suyo.

“Hablo tres idiomas y medio -dice entre risas-, con el danés me la juego pero es muy difícil. Entiendo muchísimo, pero hablarlo me cuesta y hay ciertas palabras que no entiendo”, contó.

Cuando se le pregunta por el lugar donde vive, entre lamentos comentó que es un sitio sin contrastes: no se asoman las montañas a la que los costarricenses tanto estamos acostumbrados.

Billund es un pueblo pequeño y sin edificios altos, al norte de Alemania, pero que Albouy describe como “la capital de los niños”.

“La idea es que aquí puedan encontrar creatividad y un área tranquila donde puedan jugar y desarrollarse”, explicó Albouy.

Y eso es lo que ha encontrado tanto Chloé (11) como Adrien (9), que acostumbran a recrearse cerca de casa.

Ana vive en Dinamarca con sus dos hijos, Chloé y Adrien. Foto: Lee Magpili

Albouy cuenta que Adrien pasa su tiempo libre en scooter. Pero en ausencia de un parque para actividades como patinar, a su corta edad y en conjunto con un par de amigos fue a tocar la puerta de la oficina del Capital of Children y solicitó la construcción de uno.

“A mí me hace gracia cuando le pregunto dónde estaba y me dice que en reunión con Capital of Children, una de las mamás de los niños los acompañó”, contó Albouy.

La comunicadora dice que Billund es un pueblo seguro, aunque siempre se mantiene alerta sobre las actividades de sus hijos. Una gran diferencia que enfatizó en comparación con Costa Rica.

Conexión con Costa Rica

Aunque lleva muchísimos años viviendo fuera de Costa Rica, sus raíces continúan incrustadas en esta tierra. Su familia y sus amigos de adolescencia residen aquí, a quienes viene a visitar cada vez que puede.

Sin pensarlo mucho, Albouy aseguró que las playas y sus familiares es lo que más extraña de Costa Rica, pero también incluyó en la lista los bizcochos y los tamales, tan deseados en la época navideña.

Pero eso sí, no ve en un futuro cercano volver al país para quedarse a vivir, ya que sus hijos se han acostumbrado a Dinamarca y ya iniciaron sus estudios. Aseguró que si lo hace, será cuando ya se retire o si el destino la trae de vuelta.

Albouy se atrevió en 1999 a emprender un viaje que aún no tiene boleto de regreso, y no se arrepiente de haberlo hecho.

“En mi experiencia, aprendí muchísimo a valerme por mí misma, a luchar por lo que quería y seguir adelante con los estudios”, contó.

Para quienes desean salir del país en la búsqueda de nuevas oportunidades, pero tienen incertidumbre ante los cambios que eso podría generar, Albouy envió un mensaje: atreverse, no tener miedo.

¿Qué tal si es usted el próximo en esta historia?

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