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¿Alguien me puede decir cómo en Costa Rica se mata a un ratón?

Manuel Guisande para El Observador Contra los ratones, la verdad, no tengo nada personal. ¡Hombre!, profesionalmente no niego que como…

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¿Alguien me puede decir cómo en Costa Rica se mata a un ratón?
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Manuel Guisande para El Observador

Contra los ratones, la verdad, no tengo nada personal. ¡Hombre!, profesionalmente no niego que como periodista me hubiera gustado entrevistar al Ratón Pérez, pero es difícil porque como a tus hijos se les cae un diente muy de vez en cuando… justo pillarlo esa noche…

Así que un día pensé: “Si me arranco toda la dentadura y cada día pongo uno, malo será que no logre esa exclusiva”.

Pero también, a la vez, me dije: “pero si dejo el periódico y me dedico a la televisión o a la radio, qué hago, empiezo un informativo diciendo: “Hoyjf en Cofta Riffca…”. No.

Y esto de los ratones viene a cuento porque en casa tengo tres; dos están controlados, pero muy controlados, que son los de los ordenadores. Pero hay un tercero que me tiene desquiciado.

Lo he visto más de 20 veces y el tío parece un autobús; no porque sea grande, sino porque siempre hace el mismo recorrido y las mismas paradas hasta llegar al fregadero para beber agua, supongo, que aún no he podido hablar con él.

Y en confianza, me tiene desesperado porque cada dos o tres horas, en la tranquilidad de la casa, de repente oigo a grito pelado a los niños: “¡¡¡¡ahí está, ahí está, ahí ahí, mátalo, mátalo!!!!”.

Y te lo juro que de los sobresaltos he chocado con la cabeza en el techo varias veces; ellos dicen que no, que es imposible, pero para mí que sí, porque me duele la testa, pero quizás sea por los gritos.

No sé… el caso es que como además soy el hombre de la casa (eso creen los inocentes) pues tengo que acabar con el ratón sea como sea. Como si yo hubiera nacido para matar ratones como el aficionado que está esperando a que abra la temporada de caza con la escopeta ya en la mano.

“¡¡¡Dale con la pala, dale, dale!!!”

Y es que incluso te aconsejan y te dicen: ”¡¡¡¡dale con la pala, con la pala, dale, daleeee!!!!”.

Para finalmente decirte con cierto aire de fracaso: “se te escapó” “¿¡¡¡¡Cómo que se me escapó!!!?”, piensas, “¡¡¡¡Desde cuándo el ratón es mío… !!!!”

Y de verdad que esto es una locura y una paranoia, porque también de vez en cuando dicen: “¡¡¡¡Ahí está, ahí estááááá!!!!”…

Qué va a estar, qué va a estar… lo que ven es un trozo de madera en la chimenea, una ceniza, una sombra, y hasta pienso si estos niños  se dispersan con algún alucinógeno o el campo les sienta mal… no sé

¿Pero cómo puedo deshacerme del roedor? ¿cómo se matan en Costa Rica? No sé que hacéis los ticos, pero yo llevo dos semanas intentándolo.

Primero compré un veneno que se llama Ratimón; pero joé, para mí que el Ratimón este ni que fuera un bombón, se lo come a paladas y no muere.

Y no digo que este veneno sea malo, sino que a lo mejor mi ratón ha sufrido ya una mutación genética y el Ratimón para él es placer de dioses. Además, como viene en bolsitas doradas, a mí me da que cree que es un regalo o algo así.

La siguiente fase fue poner la típica trampa con el queso, que teóricamente al comerlo salta el rudimentario sistema y ¡¡¡¡plasss!!!, lo aplasta, lo ahoga, lo machaca, lo tritura, lo decapita, lo descabeza, lo estruja… perdona por ser tan bestia pero es que le tengo unas ganas…

Pues tampoco. Entonces compré otra en la que teóricamente se mete por un agujerito y también un hierrito lo destroza, ni así; y no sé como hace el tío, que se come todo lo que le pongo y ya lleva, además del queso, casi dos lonchas de jamón y un tarrina de foiegrás.

Una cuestión personal

Como el asunto es ya una cuestión personal, me hice con una trampa para topos, que es un tubo. El animalejo puede entrar por los dos extremos, levanta una tapita de metal, pero luego no puede salir porque la susodichita tapita se cierra.

Bien la teoría; pues bueno, que me lo explique el inventor del artilugio porque mi ratón entró, se comió lo que le puse y salió.

Entonces me hablaron de otro sistema, cola; sí, un pegamento que lo echas en una tabla y cuando va a comer se queda pegado. Pues pegado me quedé yo al ponerlo, manchándome las manos y frota que te frota con agua y jabón durante media hora para sacar aquella porquería pastosa.

Como no es cuestión de cambiarse de casa he decidido poner la bolsa de la basura cerca del fregadero, atar una cuerda al cierre, esperar y esperar y cuando entre… ¡¡¡¡zasss!!!! tiro de la cuerda y atrapado.

Es como ir a pescar, pero en vez de relajado, con una tensión, con un mosqueo… el normal, como para aplastarlo, ahogarlo, machacarlo, estrujarlo, triturarlo, decapitarlo, descabezarlo, descuartizarlo… de verdad, me tiene frito, y los niños más, que a este paso ya no sé a quién matar.

Manuel Guisande