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¿Cuándo sabes que estás en la playa?

Manuel Guisande para El Observador Hay una pregunta que no es de hora, sino de todas las civilizaciones conocidas… desde…

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¿Cuándo sabes que estás en la playa?
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

Hay una pregunta que no es de hora, sino de todas las civilizaciones conocidas… desde la precolombina, la colombina y la de la paloma: ¿cuándo sabes que estás en la playa?

Así, la cuestión planteada parece absurda, y la respuesta sería… “pues cuando estás”, que, si la pregunta es estúpida, la contestación… ni te cuento, pero todo tiene un porqué.

Pues bien, para quitarte de dudas, tú estás en la playa cuando por la mañana, medio dormido, vas al arenal y, como dicen, los matemáticos, “sí y solo sí”, si te dan un pelotazo.

El pelotazo

Tú recibes un buen pelotazo de unos que están jugando a las palas o al fútbol, y no solo sabes que estás en la playa, sino que ha comenzado el verano. Un pelotazo, pero uno de esos buenos que te dejan una marca roja en la piel. Es el inicio de la época estival (las temperaturas suben y el clima es más cálido), y después, pues ya los demás impactos boleriles los aceptas con naturalidad, como echarte crema o estirar la toalla.

Tú te llevas un pelotazo en marzo y te extrañas, pero si es en julio o agosto y no te dan otros cien o doscientos, cuando lo recibes hasta te dices: “ya me parecía a mí…, ya me encontraba yo un poco…”, como si te faltara algo.

Además, que el pelotazo crea amigos. Tú recibes un balonazo de esos que calientan más que el sol, y entonces viene el padre del chaval, te pide disculpas, te comenta que ya le va a decir que juegue en otro sitio.

Y tú, que justo unos minutos antes si llegas a tener un kalasnikov dejas allí frito al imberbe y a todos sus amigos, pues que te vuelves blando, que lo comprendes y hasta te empatas con la situación y empiezas a explicar que quién no fue niño, que esas cosas ocurren, que es normal, que los jóvenes…

Unión indescriptible

Un buen pelotazo une, pero une mucho, y si el padre es de fuera, pues yo qué sé, de Cartago o de Ujarrás, por ejemplo, no me digas cómo, pero comienzas a charlar con él de lo bonita que es esa ciudad, la basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, las famosas ruinas, que se come muy bien, que una vez fuiste y que… vamos, que te parte su hijo la crisma y como que lo agradeces.

Tan majo es el padre, pero tanto tanto que por esos minutos… como si acabas en la UCI. ¡¡Que importa tres días en la UCI si has ganado un amigo…!! pues ná.

Manuel Guisande