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¡Cuidado con los alquileres en este verano (o época seca)!

Tú coges una casa para esta época del año y más que una casa lo que has arrendado es un almacén de seres humanos.

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¡Cuidado con los alquileres en este verano (o época seca)!
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

La peor decisión que puedes tomar en verano (o época seca en Costa Rica) es alquilar una casa.

Tú coges una para esta época del año y más que una casa lo que has arrendado es un almacén de seres humanos.

Allí, misteriosamente, de un día para otro, se dan cita, sin ser invitados, tus primos, tus sobrinos, cuñados, concuñados, suegro y nuera. Hasta un tipo con el que estudiaste el bachillerato hace 30 años o más que dice llamarse Eladio…

Y todos te quieren; eso, sí, un amor infinito mientras también tú miras al infinito pensando en si alguno se va, que no se va, ¡qué se va a ir…!  Va a cambiar ahora la playita, la terracita y la birrita por volver al desierto de Guanacaste… bo!

Una sospecha

Yo sospecho que las inmobiliarias, cuando alguien alquila un piso en la costa, en cuanto firmas el contrato contactan con todos tus amigos. Y les cobran una comisión, les dan tu dirección y ¡¡¡hala!!! con el truco de “pasaba por aquí”, a intentar pasar unos días ver si cuela.

Que además es pasar, pero pasarse mucho, que la casa que has alquilado está en Punto Jiménez y el invitado vive en Bijagua de Upala, pero para qué vas a preguntar. Lo vas a echar… no, pues entonces…

Y por lo general caes porque llegan con dos o tres niños que dicen que son sus hijos, pero que no me extrañaría que los alquilasen para la ocasión y ablandarte el corazón porque no se parecen en nada.

Cómo los vas a dejar en la calle… cómo vas dejar a esas criaturillas que están como desnutridas, que para mí que lo hacen aposta y unos días antes los dejan sin comer…

Pues que entren en la casa, que entren, total, entre treinta personas más ni se va a notar porque salvo que venga Sanidad o Emigración…

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Sin pegar ojo

Y así pasas las vacaciones: sin dormir porque te despiertan, sin tranquilidad porque los niños gritan y suenan diez móviles cada minuto, y sin ir a la playa porque si vas es como hacer una peregrinación a Tierra Santa, pero sin fe, pero ninguna, porque cómo vas a disfrutar con toda esa procesión… no hay forma.

Así, a la semana, aunque nunca hayas veraneado en ese pueblecito marinero, ya te has hecho amigo del farmacéutico.

Pero no porque te caiga bien, sino para explicarle que no te drogas, sino que tu casa es como el metro, un ir y venir de gente. Por eso estás todos los días a valium limpio y que si tiene algo más fuerte pero que no llegue a la anestesia total.

Una angustia…

Pero como no hay sufrimiento ni angustia que mil años dure, cuando ya estás desesperado, pensando incluso en empezar a trabajar y recuerdas lo bien que estabas frente al ordenador haciendo una noticia o incluso cavando con pico y pala en la Ruta 32, un día alguien dice que se va, y entonces… bueno, bueno, entonces te lo juro que te entra un subidón, una alegría…

En segundos piensas en cuántos se van de una tacada, y esa noche, aunque hay un silencio que no veas, tampoco duermes porque te la pasas contando y haciendo cábalas: “Yo creo que son siete, y con los de Boca Arenal, diez; porque los de Tilarán… no, a eso no los veo yo…”.

Y al día siguiente, cuando los despides en la puerta de casa, miras al cielo, por la mente se te pasa todo el santoral, cruzas los dedos y te dices: “¡¡¡Por Dios por Dios!!!, por lo que más quieras, que no le falle ahora el coche, ¡¡¡que no le falleeeee!!!”.

De verdad, en verano, menos alquilar un piso o una casa… lo que quieras; claro que si el que lo alquila es otro… pues ya el asunto, como te diría yo, es diferente, pero que mucho, y si tienes niños y pasas por allí… ni te cuento.

Manuel Guisande