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Dubái y la movida de las tarjetas personales

Manuel Guisande para El Observador Normalmente no suelo llevar tarjetas personales y las que llevo… me las fumo. Como os…

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Dubái y la movida de las tarjetas personales
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

Normalmente no suelo llevar tarjetas personales y las que llevo… me las fumo. Como os lo digo, me las fumo.

Porque a veces compro picadura, tabaco de liar, y por no llevar un sobrecito con filtros para hacer el cigarrillo, pues los hago con el cartoncillo ese donde pone cómo te llamas, el teléfono y otros datos que, en mi caso, creo que es por si me pierdo. Mi familia es que está en todo.

Pues no me digas por qué, en un viaje que hice a los Emiratos Árabes se me dio por hacer 100 tarjetas y, joé, ni que fuera jugador de póquer…

Repartí que no veas: que si a este, que si aquel, que si al otro… para no tener un dólar (como buen escritor que se precie) te lo juro que nunca abrí tanto la cartera ni tantas veces vi que era tan pobre. Si es que hay carteras que las carga el diablo.

Bueno, que me pierdo. Llegué a tener tal facilidad para sacar la cartera del bolsillo de la chaqueta. Y luego con una suavidad alucinante, con dos dedos, retirar la tarjetilla y entregarla justo, pero justo justo a la altura la mano de quien me le pedía… ¡buah, qué arte!

Al principio, lo reconozco, era bastante torpón; cogía una y la daba así, un poco a lo bestia, como cuando vas a la compra y te echan lentejas en una bolsa, pero a los cuatro días… a los cuatro días lo hacía con una delicadeza, con una soltura, con un estilo.

Es más, hubo momentos en los que ya me daba lo mismo con quien hablaba, lo que quería era tarjetear, que me la pidieran, y si no lo hacía yo mismo: “Toma, mi tarjeta”, y una alegría interna, una felicidad, una satisfacción…

¿Se puedo ser tan imbécil como yo?

Y además es curioso, porque añadía: “si un día necesitas algo…”. Se puede ser tan imbécil que estés en los Emiratos Árabes, que te presenten a un jeque y le digas “si un día necesita algo…”

¡¡¡Pero qué demonios va a necesitar él, qué va a necesitar por diooosssssss…!!!, ¡¡¡quién necesitas eres túúúú!!!!.

Y es que los emiratos es el mundo de las tarjetas personales. Tú hablas con uno y, al poco tiempo.. ¡¡toma tarjeta!!. ¿Y por qué tanta tarjeta?, ¿Una costumbre árabe?, ¿Una tradición?, ¿Acaso un tic nervioso?

Dos razones

Pues por dos razones las tarjetas vuelan a diestro y siniestro: Una porque es tal el movimiento de negocios que hay, que entregándola ya sabes con quién estás hablando y no pierdes el tiempo.

Y otra, porque como todo el personal es de muchos países con nombres y apellidos complicados de escribir.

Es que si conoces a un tal, por ejemplo, Hamdan bi Al Qasimi Al Nhayan, ponte tú a apuntar en un papel y que te lo deletree… Empiezas con un: “¿cómo dijo?”, dan las navidades y aún estás con el “¿Al Nhaquéééé…?”.

La verdad que esto de las tarjetas es genial. No hay que andar con medias tintas, con esas frases con las que deduce que por lo que dijo se dedica a… no.

Coges de tarjeta y lees: “Hamdan bi Al Qasimi Al Nhayan, megaforrado”, ahorras tiempo, aunque lo malo es que de tanto abrir la cartera y ver que no tienes nada te entra un no sé qué de que eres pobre…, pero feliz. Y es lo bueno que tiene la felicidad, que es gratis, creo.

Manuel Guisande