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Es “inolvidable” viaje a los acantilados

Manuel Guisande para El Observador En esta época tan dada a no estar quietos, una de las cosas que se…

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Es “inolvidable” viaje a los acantilados
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

En esta época tan dada a no estar quietos, una de las cosas que se suelen hacer son excursiones para conocer sitios, hacer miles de fotos y luego no saber si aquello era Orotina, Ojachal o Tilarán.

Y en estos viajecitos es normal que un día te digan que hay unos acantilados preciosos y que si vas por la C-142-L, el paisaje es impresionante, con unas vistas… entonces vas tú con tu auto, el GPS, y llegas al acantilado.

Bueno, esto de llegar al acantilado hay que explicarlo: el acantilado como tal no aparece, así como así, como lo hace un árbol en la llanura de Limón o una avispa en el parabrisas, no.

Primero, ponle unos cinco kilómetros, subes una cuesta que parece que vas a despegar, y mientras asciendes, no falla.

Las frases que no fallan

No has recorrido ni cien metros y tu mujer, esposa o acompañante, te dice frases como “mira que si nos caemos…”, “mira que si pinchamos…”, “y si nos quedamos sin gasolina…”, que te da ganas de decirle: “no te preocupes, ¿ves aquel superpetrolero allá, en el medio del mar?, pues le lanzo desde aquí una manguera y repostamos”.

Y al poco rato… “tú mira al frente, no vayamos a chocar” “vete más despacio” “ten cuidado con…”. Pues esto, no te lo pierdas mariló, es un viaje de placer, sí, de placer.

Es decir, que a los que van contigo no los has atado de pies y manos y metido en el auto a la fuerza, no. Y estás seguro de que no, porque de hacerlo no se te olvidaría una cosa: amordazarlos, pero amordazarlos hasta que no pudieran decir ni umm.

Cuando ya has llegado a lo alto y donde lo lógico sería salir del auto y disfrutar de los acantilados…  “¡Ay, vámonos!, que me da un miedo…”, “¡no salgáis del auto!”.

 Si desaparecieran…

Mientras desciendes, otra vez que si la gasolina, que se está haciendo de noche… y entonces recuerdas esos documentales en los que se ve un caza que tiene unos botones y que al pulsarlos allá va a tomar viento el piloto saltando de la cabina empujado por una fuerza del copón a 3.000 o 4.000 metros. Instintivamente los buscas para ver si saltan todos y desaparecen.

Pero no, ¡que van a desaparecer!, y cuando llegas a donde veraneas y te encuentras a unos amigos, entonces oyes una frase que te destruye, que te deja impresionado, pero mucho más que los acantilados, pero vamos, muchísimo más.

Aunque tu mujer tenga aún la tensión a 328 y a punto esté de que le salten las venas, suelta: “venimos de un sitio maravilloso, pero maravilloso, unos acantilados… ¡tenéis que ir! ¡no os los podéis perder!”. Y justo eso es lo que piensas: “si supieras tú a quien deseaba yo perder…”.


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Manuel Guisande