Tomás Gómez
En un año marcado por la emergencia del covid-19 y la crisis económica, Costa Rica se convirtió en el país que más avanzó el Índice de Desarrollo Humano.
La medición hecha por las Naciones Unidas pone a Costa Rica en el puesto 62 de 189, pero la dispara al puesto 25 al incluir variables de conservación a la evaluación.
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El cambio destacó aún más pues hubo medio centenar de naciones que perdieron la categoría de “desarrollo humano muy alto”.
¿Cómo logró Costa Rica su mejora en medio de todas sus falencias? La protección ambiental tuvo mucho que ver.
Política a prueba de gobiernos
El representante del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), Vicente Troya, explicó a El Observador que el país ha logrado sostener un plan ambiental que ha sobrevivido a las ideas de cada Gobierno.
“Una de las partes positivas que tiene Costa Rica es haber mantenido políticas públicas de largo plazo. Como en cualquier otra materia, las políticas tienen que ser de Estado y no de Gobierno”, mencionó.
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“En los años 80 atestiguábamos que era el país con más deforestación en América Latina y que en el transcurso de unas décadas tenga la mayor cobertura regional algo quiere decir”, agregó.
Creación de parques nacionales y el involucramiento de más grupos mediante el pago de servicios ambientales forman parte de los pilares de ese modelo, con alto impacto en la nueva metología para medir el IDH.
Por las amenazas naturales, la ONU ha comenzado a evaluar ya no solo la parte social y económica sino también el impacto ambiental tanto de emisiones como de efectos de la explotación de recursos. En ambos casos, la protección ambiental local permitió una nota altamente positiva.
Retos de comunidad y modelo para exportar
Aunque el país saca rédito a su mejora en Desarrollo Humano, la auditoría devela un siguiente reto: llevar ese éxito a las personas.
Pese al éxito en la medición global, la ONU alerta en el mismo informe sobre el aumento en la desigualdad social y sus repercusiones negativas.
En medio de ello, sin embargo, el PNUD identifica oportunidades de mejora de mano entre la parte social y la protección ambiental.
Retomando el pago por servicios ambientales, los expertos destacan la necesidad de que esos ingresos lleguen directamente a la población.
“Pagan bien y pagan pronto”, destacó Troya, usando como ejemplo posibles negocios de turismo sostenible o hasta de recolección de residuos.
El oficial de proyectos del PNUD, Randall Brenes, insistió por su parte en que debe mejorarse la gestión institucional para que las personas reciban tales beneficios y no se impulsen retrocesos en materia ambiental.
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“No es posible que algunas oficinas regionales de programas sociales las respuestas vayan de unos días a cientos de días. Hay que estandatizar para que haya un apoyo rápido”, destacó.
Tanto Troya como Brenes destacaron que el país ya ve como naturales algunos de sus proyectos pero que estos están sirviendo de modelo internacional.
Uruguay, por ejemplo, pidió ayuda para replicar las regulaciones a los plásticos de un solo uso. Costa de Marfil, en África, trabaja por su parte en la imitación de cadenas de valor sostenibles como las impulsadas por el país.
