(*) Manuel Guisande para El Observador
A mí me encantan todos los países hispanoamericanos: vas a cualquiera y como tenemos una lengua común, pues te entiendes, pero a veces ocurren cosas extrañas, muy extrañas.
Donde vivo transcurre el Camino de Santiago, por donde pasan cientos de peregrinos para llegar a Compostela, como los que van a Tierra Santa, en Israel, pero en castellano.
Bueno, pues estando allí sentado, igual hablas con uno de Madrid, que de Barcelona o de Paredes de Nava, con cualquiera. porque otra cosa no. Pero los hispanos hablar… se nos da, ¡bueno cómo se nos da!!
Y allí, con un cigarrillo y echando unas risas con el personal, pues realmente soy muy feliz y, con tanta charla, siempre pasan cosas.
Situaciones surrealistas
Yo no sé a ti, pero a mí me suceden situaciones de lo más surrealista y hasta dudo si es que me ven de otro planeta. Y me quieren informar de cómo se vive en la Tierra o si algunos de los que hablan conmigo… es que no sé explicarlo, como que les pasa algo.
Hace unos días, conversando con uno, empezó a contarme no sé qué de su pueblo y en un momento dado me dice: “y había una zona que se llamaba el Campo de la Leña”.
Yo pensaba que iba a seguir hablando, cuando se para, me mira fijamente a los ojos y me espeta: “¿Y sabes por qué le llamaban el campo de la leña?”. Yo, obviamente me callé, pero a punto estuvo de decirle: “porque vendían cocinas Mabe, a que sí”.
Y tras el silencio, como si hubiera descubierto la teoría de la relatividad, la existencia de los agujeros negros o el Santo Grial, como… yo qué sé cómo, me suelta con una voz en tono de conocimiento excelso:
“Porque allí vendían leña”. “Increíble –pensé– vendían leña en el campo de la leña”. Yo estuve por decirle: “joé, tío, qué casualidad, vender leña en el campo de la leña”.
Solo a mí me pasan estas cosas…
Si te soy sincero, él siguió hablando y yo ya no escuchaba; yo ya solo pensaba que tiene que haber un algo más en el mundo para que me sucedan estas cosas.
Un Ser más que Superior; un Ente que lo domina y lo sabe todo, a la vez que me repetía y repetía: “en el campo de la leña, se vendía leña; en el cam-po de la le-ña, se ven-dí-a le-ña. Alucinante”.
Y así estuve durante media hora, ¡qué digo media hora…! ¡Una o dos horas! Y de verdad, pero de verdad de la buena que no dije nada, pero nada de nada, no fuera a ser que comentase algo, que mi interlocutor lo interpretara mal y pensara que estaba haciendo leña del árbol caído. No me lo perdonaría. “en el cam-po de la e-ña, se ven-dí-a le-ña, se ven-dí-a le-ña”. Buf, esto es cosa del más allá.
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(*) Estudió Derecho. Trabajó en El Correo Gallego, Ideal Gallego y sus últimos 25 años en La Voz de Galicia. Colabora en la actualidad en varios diarios españoles y del extranjero.
Además de conferenciante, imparte cursos en entidades e instituciones sobre escritura creativa (medio de comunicación y redes sociales, cuentos infantiles, relatos, guiones de teatro, novela) así como un curso específico de Periodismo dirigido a profesionales, ejecutivos y universitarios.
Cuenta con numerosos galardones, entre ellos:
Premio Fernando Arenas de Literatura y Ensayo con ¿Cómo somos los gallegos?, depende. (2017-2018)
Premio Isaac Díaz Pardo de la Asociación Galega de Editores a la mejor colección infantil Rodripico (2011)
Premio Galicia de Comunicación (2000)
Premio Codorniz de Plata de la Academia del Humor (2000)
Premio de Teatro Ciudad de La Coruña (1987)
Correo: [email protected]