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Sabías que los delgados pudimos ser gordos…

(*) Manuel Guisande para El Observador Estoy convencido, pero totalmente convencido, de que muchos de los que somos delgados pudimos ser…

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Sabías que los delgados pudimos ser gordos…
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Manuel Guisande

(*) Manuel Guisande para El Observador

Estoy convencido, pero totalmente convencido, de que muchos de los que somos delgados pudimos ser gordos, o por lo menos anchitos; normalitos, vamos.

En mi caso, por ejemplo, no hay quien me lo quite de la cabeza que si ahora mido 1,80 y solo peso 70 kilos la culpa estoy casi seguro de que en principio fue mía, pero que después colaboró toda la familia… fijo.

No sé tú, que también de tipo palillo vas servido, pero yo recuerdo que cuando era pequeño y se hacían aquellas excursiones familiares en coche; cuando ni ya ni entraba la tortilla de papa y quedaba un hueco, yo decía todo ufano con mis pantalones cortos: “ahí entro yo”.

Y no me digas cómo, pero entraba. Y claro, lo que en principio fue como una experiencia personal, una especie de reto, al final terminó siendo una costumbre familiar.

“Ahí bien cabe”

”¿Y el niño, dónde va?” Y el niño (o sea, yo) que era el último en entrar, pues decían: “Ahí bien cabe” ¿¡¡¡Pero cómo que “ahí bien cabe”!!!? ¿¡¡¡Quién mejor que yo sabe si entro o no….!!!? No había forma.

Y hasta tal punto llegaron a saber lo que ocupaba (sin medirme, ¡eh!, sin medirme) que estoy convencido de que cuando se hacía un viaje, primero se sentaban todos.

Luego las maletas y al final… pues yo. Como si fuera una bolsa de plástico más o algo así.

Y no creas que mi familia lo hacía por maldad, no. Lo hacía por costumbre, como inflar las ruedas, echar gasolina o parar para estirar las piernas (ellos) porque yo estiraba todo el cuerpo.

Y lo curioso es que no decía ni pío, y con una resignación más propia del Concilio de Trento allá iba yo estrujado en una esquina sobre las piernas de alguien.

Iba medio estirado tocando el suelo, con el cogote pegado a la ventanilla mirando para arriba, de día, de noche….

Vamos, aún no había ido el hombre a la Luna y te juro que yo medio arqueado en cualquier sitio del coche había visto el satélite ese más veces que cualquier tipo de la NASA.

Por eso, cuando Kennedy dijo aquello de “en esta década llegaremos a la Luna”, por no preocupar a mi familia, aquello me sonó a como que ya lo había vivido de tanto ver el satélite, pero callé, los vi a todos tan ilusionados con eso de salir de la estratosfera….

Un tipo escurridizo

Y todo hay que decirlo, porque mi padre no se dedicaba a los negocios, pero si quisiera pudo forrarse, que si pudo…

Llega a hacer entonces un convenio marco con los bomberos para situaciones de emergencia e iba yo a estar aquí dándole a la tecla del ordenador, ¡¡sí, hombre!!

“Oiga, que un vecino se ha dejado las llaves en casa y hay un ventanuco medio abierto por el que a lo mejor…”. “Ná, que para allá vamos con el niño”. “Oiga, que aquí hay una tubería obturada que parece que….”, “ná, que ya está el niño con un hierro aquí en la mano”.

“¿Y usted cree que el niño podrá…?” “¿Este?, este es una fiera, que ya estamos llegando, no se preocupe, ya verá, ya verá cómo es el chaval, ya verá”.

Y el chaval (o sea, yo también), no es por presumir, pero a los 12 años, a los 12, que lo tengo todo calculado, podría haber retirado a toda mi familia de trabajar y a varias generaciones consecutivas, porque mira que no era yo un tipo escurridizo… buah que si era.

Claro, y tú dirás: ¿Y qué tienen que ver esas situaciones que son más propias de un contorsionista con estar delgado?;

Pues mucho, porque yo estaba en época de crecimiento, de dar el estirón, y lo di, pero a lo alto y no a lo ancho porque ¿cómo lo iba a dar a lo ancho si siempre tenía el estómago y las vértebras aprisionadas como los pies de las geishas en medio de bolsas, cestas o maletas?

Y, claro, cuando se te aprisiona el estómago, se te empequeñece y al empequeñecerse…. pues….

Pero si hubo días, hombre, que comía una miga de pan y creía que era una comilona, qué más quieres que te diga. ¿70 kilos? Pues 70 y gracias; imposible ser gordo o, al menos, anchito.

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Manuel Guisande

(*) Estudió Derecho. Trabajó en El Correo Gallego, Ideal Gallego y sus últimos 25 años en La Voz de Galicia. Colabora en la actualidad en varios diarios españoles y del extranjero.

Además de conferenciante, imparte cursos en entidades e instituciones sobre escritura creativa (medio de comunicación y redes sociales, cuentos infantiles, relatos, guiones de teatro, novela) así como un curso específico de Periodismo dirigido a profesionales, ejecutivos y universitarios.

Cuenta con numerosos galardones, entre ellos:

Premio Fernando Arenas de Literatura y Ensayo con ¿Cómo somos los gallegos?, depende. (2017-2018)
Premio Isaac Díaz Pardo de la Asociación Galega de Editores a la mejor colección infantil Rodripico (2011)
Premio Galicia de Comunicación (2000)
Premio Codorniz de Plata de la Academia del Humor (2000)
Premio de Teatro Ciudad de La Coruña (1987)

Correo: [email protected]